Rassegna stampa formazione e catechesi

Iglesia, abusos y reforma: por dónde empezar

prostration priest
La dignidad es una sustancia ontológica que se recibe como don y necesita la suma custodia que nace de la alegría y la penitencia. El Papa Francisco ha enviado una carta muy densa, a los obispos estadounidenses reunidos para los ejercicios espirituales, que podrá servir de brújula en las decisiones que se tomarán próximamente. Mientras tanto, es fundamental tener clara la dinámica en la que se desencadenan las perversiones clericales de las que habla a menudo el Santo Padre.

Sacerdotes, cuidad vuestra dignidad

La dignidad es una sustancia ontológica que se recibe como don y necesita la suma custodia que nace de la alegría y la penitencia

"Cuidad vuestra dignidad, hermanos sacerdotes, y sed santos porque Él es santo. Y así como el Señor Dios os ha honrado a vosotros sobre todos los hombre, por este misterio, así también vosotros, más que cualquier otro hombre, amadlo, reverenciadlo y honradlo. " (1)

Con esta extraordinaria cita del Poverello menor de Asís quisiera comenzar esta articulada reflexión.

El método que sigo para tratar la teología, en este escrito, no es deductivo sino bíblico; nace de la experiencia y se ha sedimentado y sistematizado teológicamente después de tantos pasos dados y de tanto vivir, después de tantas lágrimas y tantas cicatrices. En la teología espiritual, las intuiciones teológicas y su organización sistemática son por tanto póstumas para dar voz a lo que ha sucedido, a lo que se ha visto, a lo que se ha degustado. No tiene ninguna pretensión de organicidad, sino el deseo de ofrecer "pinceladas" de una realidad que debe ser abordada por los Pastores con el amor y el rigor que merece.

Pero volviendo a la cita mencionada anteriormente, la de San Francisco es una afirmación extraordinaria por al menos por dos razones.

En primer lugar, porque su contenido quebrantador es serio, grave, bello, de matriz "caballeresca", como muchos de los escritos de Francisco. Recuerda un hecho siempre vigente: el del honor. El honor evoca la dignidad que Dios dona, de múltiples maneras y en múltiples formas. Vinculado a esa culminación extática que Dios vive y dona en la creación y la re-creación.

En segundo lugar, esta afirmación es extraordinaria por su objeto.

Francisco la dirige, porque debe, responsablemente y con honor, a los frailes sacerdotes y no la envía, por respeto, a todos los sacerdotes. De hecho, en el Testamento de Siena utiliza un tono diferente: "... y sean siempre fieles y sumisos a los prelados y a todos los clérigos de la santa madre Iglesia"(2).

No obstante, fortalecidos y animados por el hermoso pasaje exhortativo del Concilio Vaticano II en Presbyterorum Ordinis podemos afirmar que:

" Ruega, por tanto, este Sagrado Concilio, no sólo a los sacerdotes, sino también a todos los fieles, que aprecien cordialmente este precioso don del celibato sacerdotal, y que pidan todos a Dios que El conceda siempre abundantemente ese don a su Iglesia. (3).

Y recientemente el Santo Padre, dirigiéndose a sus hermanos Obispos, pero también a todos los fieles, afirmó:

"Y aquí, cada uno de nosotros debe entrar con humildad en lo más profundo de su ser y preguntarse qué puede hacer para que sea más santo el rostro de la Iglesia que gobernamos en nombre del Pastor Supremo. No sirve solo señalar con el dedo a los otros, fabricar chivos expiatorios, rasgarse las vestiduras, excavar en la debilidad de los demás como les gusta hacer a los hijos que han vivido en la casa como si fueran siervos (cf. Lc 15.30  al 31). Aquí es necesario trabajar juntos y en comunión, convencidos, sin embargo, de que la santidad auténtica es la que Dios hace en nosotros, cuando dóciles a su Espíritu  regresamos a la alegría sencilla del Evangelio, para que su beatitud se haga carne para los demás en nuestras decisiones y en nuestras vidas" (4).

Y, una vez más, el Santo Padre afirmó: " Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunitaria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y de la reparación"(5).

Por eso, desde ahora, pido disculpas si algunas consideraciones, aunque examinadas por una atenta y amplia experiencia en el campo, directa e indirecta, como mencioné al principio, puedan parecer fuertes, pero nacen de un genuino deseo de ayudar a hacer más santo el rostro de la Iglesia en comunión con Pedro y en el cuidado del don del Sacerdocio en la Comunidad Cristiana, en el Pueblo de Dios.

Poner el acento en las heridas y pedir a Dios y a la Iglesia la sal de la medicina, puede parecer parcial. Pero no queremos pasar por alto el caudal de bien hecho por tantos sacerdotes en silencio y sin seguir modas. Ni las "conservadoras" ni las "progresistas", ni tampoco necesitan apelativos "especiales", como " sacerdotes de la calle" o " sacerdotes tradicionalistas". Porque la mayoría de ellos, hay que reiterarlo, son sólo "sacerdotes", sacerdotes hasta lo más profundo de su ser. Tal vez con los límites humanos que todos tenemos y con una responsabilidad titánica que nace de los “sphraghis” sacerdotales.

En estas pocas líneas hablamos de casos raros y virulentos que, como hemos dicho, necesitan urgente atención médica. Y cuidado con posponer esta atención.

La claridad de la Luz en lugar del turbio mal

La liturgia de las horas nos ayuda, como siempre, a abordar tales situaciones no con el desazón de hablar mal sino con la alegría de la claridad. Recita un himno que cantamos en Laudes:

Danos ojos límpidos,

que venzan los turbios

encantos del mal. (6)

El filósofo Nietzsche recordaba:

"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti ". (7)

Esto es porque la Necesidad de Identidad, que es tan potente, desde la herida original, ama reflejarse en la encanto de la abyección, con tal de ser. Y como ya se ha dicho (8) la encanto del mal te embriaga con la ilusión de que lo posees, lo controlas, lo dominas.

Y, poco a poco, se continúa en esa línea, considerándose a sí mismos más fuertes que la tentación.

No sólo existe el héroe romántico que desafía al destino, el superhombre de la memoria nietzscheana, sino también el creyente que se siente más fuerte que el diablo y la tentación y cree dominarla como un experto fogonero. Pero, por supuesto, es un engaño y no es así, de hecho fácilmente uno se convierte en un esclavo de lo turbio y en un adicto en serie. Porque somos frágiles y necesitamos siempre de la indispensable reinserción en la vid verdadera (9).

Ciertos males, escudriñados durante mucho tiempo, nos penetran en la "mirada de la serpiente". Ella no gana cuando te muerde, sino cuando la miras fijamente apartando tu mirada del autor y perfeccionador de la fe.

Por eso, al analizar los males del Espíritu, debemos caminar siempre al lado de nuestros hermanos y humildes, porque tales males estimulan más  "lo que no tenemos" que  "lo que se nos viene donado" y nos distraen del agradecimiento. Y también esto, es decir, la falta de agradecimiento, es un origen y perpetuación de la falta de "honor". La crítica sin humildad y postración es un presagio de vanidad.

Las tres necesidades fundamentales vinculadas a la Imago Dei

En el análisis de los movimientos del alma quisiera volver a recorrer las tres categorías profundas y fundacionales vinculadas a la Imago Dei, de las que ya he hablado largamente en otra intervención (10) y a las que invito al lector a remitirse para comprender bien lo que sigue. Estas tres categorías de la teología espiritual son mucho más profundas que nuestras profundidades y nos ayudan a comprender y acercarnos más eficazmente al bien del alma y a la Gloria de Dios, en el orden de la Gracia.

Precisamente porque estamos hechos y constituidos a imagen de Dios, poseemos tres características creaturales que en Dios, como "propiedades divinas", son perfectas y que en Él no son "necesidades" sino características ontológicas, mientras que en nosotros se traducen en "necesidades". Sólo en Dios se completan porque son generados por Él, estas son:

la Necesidad de Identidad,

la Necesidad de ser Amado

y la Necesidad de Amar.

Dios, Uno y Trino es perfecto en sus Identidades, en su recibir y donar Amor, en un movimiento incesante que será objeto de contemplación en la Eternidad. Es tan perfecto que, de hecho, es un solo y único Dios en tres personas en una corriente incesante de Amor.

Esta característica de Dios no es sólo, por así decirlo, externa a nosotros, más bien nos es “fundacional”, tanto personalmente que como "nosotros".

Es decir, "viendo" y contemplando estas características de Dios, nosotros nos completamos con una alegría indescriptible, así como es indecible una alegría profunda, mezclada con estupor, que nos invade cuando contemplamos un espléndido paisaje en el que estamos inmersos, en el que percibimos, con los sentidos, todo lo posible y alimentamos los sentidos del alma, el intelectual, y el profundo sentido del gusto.

Por lo tanto, en nosotros la Necesidad de Identidad, la más liminal de las tres necesidades, juega un papel importante.

Por esta razón, Dios nos llama por nuestro nombre amándonos colmando dos necesidades fundamentales. Y por eso Dios nos capacita para Amar, en el Espíritu Santo, como Él ama, infundiendo y confirmando la Necesidad de Identidad y la Necesidad de ser amado. De hecho, la culminación de toda necesidad creatural es amar como Dios ama. Aquí se completa nuestra identidad y nuestra necesidad de ser amados.

Pero no es posible llegar hasta aquí si antes no vemos y degustamos que lo que Dios nos da es superabundante para nuestras necesidades y, por tanto, suficiente para nosotros. Dios crea las "necesidades" para que tu puedas acoger un don. Si piensas que la necesidad garantice que tu te dones el don por ti mismo, caes en un cortocircuito.

Este cortocircuito es el pecado.

Es decir, buscar el bien a tu manera, con tus propias fuerzas, bajo la instigación del diablo. Haciendo lo que es malo a los ojos del Señor y, en definitiva, siendo un "pagano".

Pero, ¿cómo yo, que soy tan religioso, que voy a misa, me confieso, rezo el Breviario y rezo el Santo Rosario, puedo ser un pagano?

Sí, porque no te dejas formar por Dios en todas las cosas que, por gracia, te concede hacer. En fin, con una mano das y con la otra robas; tú mismo te anulas al ver y hacer el bien. Eres peor que el pecador que tiene menor conciencia porque tú, aunque ves, decides conscientemente no ver.

Por tanto, se hace fundamental comprender, cada vez más profundamente, que es Dios quien te dona ser quien eres (necesidad de identidad) amándote (necesidad de ser amado) y donándote de amar como Él ama (necesidad de amar).

Aquí se cumple la imagen y, en la visión analítica, retórica, simbólica y sapiencial de la teología medieval, la "semejanza" se adhiere cada vez más a la "imagen".

Para el hombre de la Biblia incurrir en la división de la imagen de la semejanza es un absurdo, es hacer lo que es malo a los ojos del Señor. Es antinatural, venenoso, perverso.

Cuando la semejanza se aleja, quizás gradualmente de la imagen, tenemos el infierno. Es decir, la criatura hecha por Dios que entra en el juego absurdo de no hacerse hacer por Dios sino que elige ser dios sin Dios en esa soberbia que crea un narcisismo perenne.

Los tres Stichworte

A la reflexión de teología espiritual de las tres necesidades fundamentales debo añadir aquella realizada anteriormente de los tres Stichworte. Los dos últimos para completar el que ordinariamente es atribuido a Santo Tomás.

Los enumero a continuación:

Gratia supponit naturam et perficit eam
Gratia supponit naturam et extendit eam
Gratia supponit gratiam et profectum in ea

Las dos Stichworte adicionales, según la perspectiva personal de la teología espiritual que ya he abordado (ibidem), ayudan a comprender el trajín de la gracia en la naturaleza del hombre y a no tener un enfoque demasiado determinista de estas cuestiones que hacen recaer todo bajo el principio de causa-efecto, desde el punto de vista intrapsíquico y/o de compensación.

En realidad, el determinismo, en las "cosas de la Gracia", eludiría y recluiría la obra misma de la Gracia, que es elevada y supera a la naturaleza misma que sobreentiende y puede llevar, no sin disciplina constante, a vivir las cosas "con hábito y no por hábito". La gracia, de hecho, completa e impulsa más allá. Más allá de los límites y de los mecanismos habitualmente pensados, creando fecundidad y nueva vida donde no se creía posible.

He aquí que yo hago cosa nueva;

pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis?

Otra vez abriré camino en el desierto,

y pondré ríos en la estepa. (11)

De manera tal que se cree un habitus que, aunque no confirmado en gracia, ayuda y sostiene el don recibido (Gratia supponit gratiam).

Como dice el Apóstol "... Así pues, el que cree estar en pie, mire que no caiga" (12) y con esto que se entienda que ciertamente la naturaleza y la gracia, entrelazadas en un trabajo constante, permiten un cierto "estar de pie" pero que debe ser vivido rectamente y sin apropiación para que esta obra no sea anulada. Y esto es definitivamente importante para hablar de la afectividad, como nos disponemos a hacer, y es aún más apropiado cuando se habla de "castidad", es decir, el deber bautismal del uso correcto de nuestra vida afectiva y genital, según Dios.

La cruda síntesis

¿Debemos hacer una síntesis extrema, con todos los límites que tienen las síntesis?

¿Hay casos de Pedofilia, con menores muy jóvenes, en el clero?

Muy pocos, en porcentaje irrisorio. Casi nulo. Sobre todo si se compara, con el mismo esquema porcentual y proporcional, con otras situaciones no eclesiales.

¿Existen casos de efebofilia, hacia mujeres y hombres menores, en el clero?

Son indudablemente muchos más que los casos de pedofilia.

¿Hay casos de pederastia entre los de efebofilia?

Sí son la mayoría entre los de la efebofilia. Como nos recuerdan los porcentajes de expedientes conocidos como el alemán (13) y el suizo (14).

¿Hay casos de mundanidad espiritual entre todos estos?

Sí, frecuentemente, especialmente en los casos de pederastia, estructurados en red. Lo que llamamos lobby pero sería mejor llamar, en ciertos casos, protectorados.

¿Es un problema del celibato?

No, más bien es un problema de la inmadurez humana y de la rendición al mundo del propio corazón por parte del sacerdote. Lo que se llama clericalismo o mejor aún mundanidad. El Santo Padre Francisco ha hablado de la Mundanidad espiritual decenas de veces. Y esta plaga, virulenta, atraviesa a todos los fieles, a todo el pueblo de Dios, tanto a los "conservadores" como a los "liberales", enmascarándose hábilmente, de vez en vez.

Las posibles causas

No siempre tales casos de pederastia nacen de personas homoafectivas, con tendencias homosexuales, que entran en el seminario. A veces, indudablemente, el discernimiento ha faltado o, en todo caso, ha sido superficial y carente. O bien no ha sanado una falta de equilibrio presente y deficiente desde el inicio y que necesitaba un severo acompañamiento para discernir mejor la propia estructura y si existieran o no las condiciones objetivas de continuación vocacional.

Nulidad sacerdotal. Algunas vocaciones, aunque no son verificables, son "nulas" en re, en la res del Sacramento. Es decir, estas ordenaciones sacerdotales podrían ser declaradas nulas. Pero esto lo trataremos más adelante.

Mundanización. Ser clérigo, para los sacerdotes y a veces para los laicos, es ya dejar entrar el "mundo" en el corazón; es traicionar aquel “entre ustedes no debe ser así” (15).

Pongamos un ejemplo sencillo. Vea cuántas veces el Santo Padre, el Papa Francisco ha hablado de mundanidad espiritual. Haga clic, por ejemplo, en el siguiente enlace http://www.ilcattolico.it/ricerca.html?searchphrase=all&searchword=mondanit%C3%A0%20spirituale

¿Y qué es la mundanización? Es hacer entrar el "mundo" en el corazón y rendirse a él. Poco a poco el mundo entra. Pequeños privilegios, pequeñas prepotencias, pérdida de la dimensión del servicio, que tiene en sí mismo, más bien, una naturaleza kenótica, podríamos decir minoritaria.

El sentirse parte de una cordada de "poder" eclesial, de un movimiento o de un protectorado, agudiza esta deformación.

O las actitudes de héroe bohémien, casi anarquistas, con look ad hoc, desvinculados de cualquier unión con los otros sacerdotes. Si no nos lanzamos "en el bronceado"  para escapar de la liturgia de las horas nos sumergimos en cuestiones sociales para ser vistos como auténticos sacerdotes de la calle, o sacerdotes sociales. Como si las etiquetas dieran una respuesta auténtica a la "Necesidad de Identidad" y reforzaran la gracia de estado.

Soledad, abandono, reducción dramática de la vida de oración, de la devotio interior, el descuido  litúrgico y espiritual encubierto por el súper-activismo pastoral, bricolaje teológico y litúrgico, son todos efectos y causas del adormecimiento de la Gracia recibida y de la apertura al abismo.

Y es bien sabido: el abismo llama al abismo, que, si no es colmado por Dios, se llena de toda la porquería posible.

A veces, los superiores no se interesan por el bien de su sacerdote sino por el que más "logra", el más "dotado", y así lo cargan con más compromisos pastorales; como si pensaran que el Reino se construye a partir de la cantidad de trabajo que se realiza. Olvidando que "el primer reino de Dios", para el Obispo, es su sacerdote, no las cosas que hace. Por desgracia, algunos Obispos son los primeros que, en esta sensibilidad de hoy, en la que, justamente, se acentúa el discernimiento, carecen gravemente de discernir, no ejerciendo la paternidad a la que están llamados y siendo incapaces de hablar con su sacerdote, como un padre con un hijo. Perdiendo tiempo con él y encontrándolo con la paciencia presente en el don que han recibido con la imposición de manos. Y también aquí retorna el argumento del honor, debido al estado, al "sphraghis".

No es muy raro encontrar sacerdotes y religiosos que, gracias a sus hábitos, a sus cargos, hacen de ellos un estandarte de identidad que no ahonda en la dimensión del servicio y en la entrega, sino que alimenta desordenadamente la "necesidad de identidad" de la que ya hablamos y alimenta el delirio que esta necesidad, inevitablemente herida, lleva en sí. Las primeras señales se pueden notar fácilmente en quien comienza en el seminario o en el noviciado. Pequeños indicios de vanidad, de unicidad vocacional, de no sentirse "atraídos por el pueblo" para el servicio del pueblo, como realmente sumisos, sino como propietarios de un rol de "dominio".

Las bases de la mundialización del clericalismo están todas ahí.

Por supuesto es más fácil decir con palabras que nos sentimos y que somos humildes, pero luego, en la realidad nos percibimos "mejores", "elegidos", pero no en la lógica del honor, que todo sirve y que ama estar de rodillas ante Dios y lavar los pies a los hermanos, sino en la lógica del deshonor-ladrón típico de Judas de Keriot.

Debemos seriamente prestar atencióna para que no se refuercen las "estructuras narcisistas" con la vocación sacerdotal y la vida consagrada, porque éstas tienen la apariencia de santidad pero traman un descentramiento perpetuo de la persona de su verdadero ser en Cristo. Son un río cárstico que necesita muchas lágrimas y medicinas para sanar y ser domesticado lúcidamente en la gracia.

Los talentos que hemos recibido, tal vez conspicuos, no sirven de nada si luego alimentan con el "velo hipócrita de la donación" una soberbia estructurada.

Esta soberbia, tarde o temprano, saldrá a la superficie, porque ella nos sigue como un mastín que tiene ya nuestro olor, nuestros pasos, con tal de mordernos y hundirnos en la desesperación. Ni se piense que un sacerdote aclamado y respetado, atento a lo social o a la "traditio", esté exento de esta mordida; aunque escriba en revistas prestigiosas.

Así a los laicos, a sueldo de la vanidad de algún clérigo y que aman el feedback de pertenecer a un grupo de "servicio aparente", pero están intoxicando su Necesidad de Identidad con la vanidad, que no te suelta ni un momento.

Puede ocurrir que se entre en la lógica del protectorado del "do ut des", hasta llegar a las distorsiones de afirmar " te concedo el diaconado si…, tendrás este servicio si…", pidiendo a cambio favores llenos de lujuria.

O ".. Si no borras lo que has escrito haré que te quiten tu trabajo con el lazo sacerdotal". Nada que ver con la firmeza y la asertividad a veces necesaria en un camino educativo sino más bien en la percepción reflejada y restituida del propio sacerdocio como un "poder", no como una Kenosi, incluso en el munus docendi, que de todos modos, con equilibrio, debe poder ejercerse en varias ocasiones. En definitiva, el abismo crea el abismo a su alrededor con una compulsión inmunda de repetición y no crea círculos virtuosos del Bien.

Sigue siendo verdaderamente incomprensible cómo ciertas situaciones de efebofilia y otros delitos (como el robo a los pobres) a veces sean encubiertos, omitidos, y se levanten muros de goma para alejar quienes buscan claridad y verdad.

Incluso los lazos episcopales, a veces, resultan incontrolables.

Este aspecto de la dimensión episcopal merecería una profunda reflexión teológica y eclesial que no podemos hacer ahora en estas páginas, pero que es necesaria porque representa un vulnus en el que cada Obispo corre el riesgo de comportarse, de hecho, como una "monade" por derecho propio. El Derecho divino, legítimo, se mezcla de manera delictiva, a veces con la pobreza humana y es necesario seguramente un quid y un modo, no solo personal, de verificación del propio obrar, fraternalmente hablando. Nunca se deja de ser en la obediencia.

De hecho, si el fiel incurre en un problema grave causado por un sacerdote incardinado, comienzan los inconveniente del rebote donde nadie es responsable y se extiende un manto de silencio que aísla aún más a la víctima y a quien la acompaña en la búsqueda del Bien. También aquí es cuestión de honor y Bien común, eclesialmente comprendido.

Luego en algunas situaciones nace un verdadero culto mágico-pagano de la personalidad. Conozco menos los hechos de McCarrick, donde, en todo caso, parece que fue hecha, sucesivamente, una fuerte teorización de la homosexualidad en el clero, con todos los efectos devastadores ad extra en la pastoral, pero conozco mejor los hechos de Karadima que, en cierto sentido, no se distancian de los del fundador de una famosa Congregación relativamente reciente.

En estas vicisitudes perversas y delirantes hay un verdadero culto proyectivo y mágico a la personalidad del "sacerdote". Por tanto se debe considerar que no solo hay un claro y delictivo responsable de los acontecimientos, sino también un lazo condescendiente, incluso en los laicos y en los religiosos y religiosas donde hay un culto mágico-pagano al del "santo".

Ahora bien, aun reafirmando ciertamente la responsabilidad personal e ineludible de quien comete estos crímenes, sin duda quienes lo rodean también proyectan sus propias deformidades en el "santo". En lugar de un círculo de bien, de verdadero y de justo, se "edifica" un círculo de lo inmundo. Idolatría.

También aquí la "Necesidad de Identidad" deformada por el pecado, bien disimulada, cosecha  víctimas en el perseguidor y en los silenciosos que le rodean. Una especie de pacto no escrito que se comporta como un " dopaje" de la "necesidad de identidad" entre el verdugo delirante y sus cómplices silenciosos. Por supuesto, en algunos casos excelentes, luego se pasa cómodamente desde el culto mágico-pagano a la visión justificativa (que se hace pasar por progreso) de legitimar tales prácticas inmundas, tal vez diciendo que la Sagrada Escritura debe ser interpretada, actualizada y que nada claro sobre la homosexualidad se puede encontrar en las palabras de Jesús.

Sobre esto ya he escrito ampliamente y no volveré (16).

Recuerdo un caso similar ocurrido justo en una comunidad Umbría y que se refería a un religioso, tan espiritual y tan estimado, comunidad nacida con las primeras apariciones de Medjugorje y capitulada en una especie de tantrismo.

Los hermanos, entre los pocos que tuvieron un cierto equilibrio del et-et en la Iglesia, aclararon en poco tiempo la situación canónica y eclesial.

Cesación de la auténtica vida fraterna. Cesación de la corrección fraternal saludable y de pertenencia. Y este es probablemente el punto delicado más grave de la vida de los sacerdotes e incluso de los religiosos. Y también de los Obispos.

Encargos codiciados, soberbia intelectual y pastoral y así, poco a poco, se cae en el delirio de no pertenecer más a Cristo y ni siquiera a uno mismo y se mendiga en las cisternas agrietadas con una voracidad cada vez más insaciable. Hechos para Dios, con el corazón vaciado por la vocación, en cuanto llega la prueba, uno se encuentra en un abismo que intenta insaciablemente llenar con todo y satisfacerlo con la carnalidad de la desvergüenza.

Cada vez más se desplaza el eje de la Conciencia de culpa hacia el Sentimiento de culpa. El cual, como es notorio, es implacable y ofusca completamente la mirada de amor de Cristo y Su perdón. Uno se vuelve "poseído" sin serlo abiertamente y cuanto más se sumerge en la culpa más se siente indigno y más se busca compensación. La cadena se crea y la persona se enreda como en arenas movedizas. Y cuanto más se agita, más se hunde.
El pecado habla el el corazón de los impíos;

no hay temor de Dios delante de sus ojos.

porque se engaña consigo mismo

en buscar su culpa y detestarla (17)

Precisamente para evitar estas situaciones y, por Gracia, salir de ellas, es indispensable la vida fraterna. Vita communis, mea máxima pœnitentia, recita un conocido adagio atribuido a san Juan Berchmans. Que es válido siempre, tanto para los casados como para los vírgenes. Y la penitencia debe ser vista no como una carga que limita (especialmente en nuestros tiempos fuertemente subjetivistas) la expresión del yo. Pero el vehículo necesario para que el hombre sea él mismo y no se pierda.

Porque la escritura dice "no es bueno que el hombre esté solo" (18).

La soledad es contra natura y, sobre todo, mata y mortifica a la naturaleza, embruteciéndola en el vicio.

Además, resulta verdaderamente disonante que se reciba un mandato eclesial y después se haga todo lo posible para cultivar el yo en la soledad y en el abandono.

Protectorados. En los lobbies, mejor, en los protectorados, el drama de la pederastia está respaldado por algunos que, culpablemente, piensan que es mejor "caer" con jóvenes del mismo sexo que con mujeres adultas, porque, en este último caso, se traicionaría su vocación irremediablemente. En estos raros casos, en el razonamiento de estos "protectorados", la práctica homosexual y la Pederastia son casi toleradas respecto a una caída con una mujer adulta. Como si dijéramos, al menos mantengamos la fachada y no rompamos la "red social" de la "fraternidad" sacerdotal, y ya llamar "fraternidad" a este círculo de vicio es una ofensa y una deshonra. Este es el razonamiento subyacente: ¡puede que sea una doble vida, pero al menos uno no deja la sotana!

La razón ha enloquecido y degrada gravemente el don del celibato asumido, que por su propia naturaleza es renuncia viril y lúcida a la conyugalidad (19).

Es obvio que la fidelidad es fidelidad y que no es bueno, para sí y para el prójimo y ante Dios, caer en uno o en el otro caso, ni en las relaciones naturales y heteroafectivas ni en las homosexuales; y menos aún en el gravísimo pecado y el deplorable e infame delito de abusar de menores. Pero el pensamiento de este puñado de "locos", de la pederastia como forma tolerable, es realmente una abominación a los ojos de Dios porque, en todo caso, falta gravemente en la fidelidad de Cristo y además legitima como tolerable un desorden gravísimo del corazón y del cuerpo que ultraja el proyecto de Dios sobre la carne y hace inútil, aún más, el ser eunucos por el Reino.

Por esta razón, ciertos protectorados buscan luego la legitimación teológica de estas nefandades, de lo contrario su "ser eunucos por el Reino" se revelaría por lo que es: una fuga psico-espiritual, vana y fatua; havel havalim, vanidad de vanidades, un hálito que desaparece a la primera luz de la Verdad.

A veces, en algunas raras situaciones, la mundanización se apodera de tal manera que se mezcla de modo preocupante con las cosas de Dios. Porque es en ellas que el pecado grave busca la legitimación objetiva para calmar la "conciencia de culpa" que la misma gracia de estado y el carácter hacen presente vivamente. Por lo cual se crean monstruosidades. Esas monstruosidades, tan queridas por el enemigo del hombre y de Dios, que el mismo Papa Benedicto XVI veía en algunas situaciones y que lo herían profundamente no solo en el afecto sino también en el intelecto, porque ellas, en la maraña humanamente inextricable entre la gracia formal expresada (quizás rigurosamente tradicionalista) y el pecado consumido en una "red obscena", generaban  esclavos de una obsesiva compulsión a la repetición, creando una segunda naturaleza deformada totalmente irracional.

No hablamos de lujuria ocasional y de fragilidad (ya gravísima) sino de estructura legitimada y perpetrada.

El demonio ha conseguido su propósito.

El sacerdote ya no se orienta en la salida sobria de sí mismo para los hermanos y hermanas, sino en el delirio ebrio de sentirse dueño de sí mismo y del cuerpo de los demás, sembrando la lujuria, herida sobre herida, desorden sobre desorden, y haciendo casi palpable el mal; como si fuera una ontología posible.

Una aberrante deificación con los vestigios del sacramento. El diábolos ha dividido el sacerdote en sí mismo y, transliterando a Ratzinger, podríamos decir: "… es un sacerdote a la manera de un no sacerdote".

Nunca se está perdido y alejado de Dios (y de sí mismo) como en ciertas situaciones de hipocresía estructurada.

Solo Dios nos ama, a pesar de nosotros, y solo los hermanos, llenos de Dios, son capaces de abrazarnos en nuestra lepra y sacudirnos con la firmeza y la paciencia, verdaderamente espirituales, de quien tras el manto de podredumbre ve la imagen del hijo capaz de volver a la Casa del Padre. Incluso después de un severo y atento camino medicinal y de autoconciencia y, si hay delito, de legítima justicia humana.

Al respecto ni siquiera los laicos deben sentirse seguros.

Porque también para ellos es válido este juego mezquino del demonio de alejarnos de nosotros mismos. De los hermanos y hermanas y hacernos esclavos de las pasiones que, si no se consumen en la genitalidad, se consumen en el privilegio de los sillones. De un prestigio, de un papel, quizás eclesial, periodístico; todo se convierte en "objeto de propiedad".

Esto crea la verdadera cultura del descarte. Dentro y fuera de sí. Quizás siendo fervientes pro-life. Aparentemente.

La avaricia insaciable es hija del deseo, tocado por el engañador, de "ser como Dios sin Dios" y tiene la raíz profunda en la Akedia, de la que hemos hablado (20). Ella goza del estar mal y de la destrucción. Sufro por tanto soy, sufro por tanto soy dios. Parece absurdo, pero este sentimiento enfermo a menudo está presente en nuestro corazón.

Por tanto, no basta con hablar de Pedofilia. Es insuficiente y gravemente aproximativo.

Mejor hablar de "abuso infantil".

Y en forma sustancial, de abusos y vicio homosexual.

Por lo tanto, es mejor decir: nunca más; cese todo tipo de abuso.

Las fases anunciadas por la psicología bíblica de una vida impía

La impiedad,que ya hemos citado (17), al buscar la propia culpa y detestarla no solo es característica de los paganos sino también de los neo-paganos, es decir, de nosotros que, olvidando el don recibido, tratamos de espiritualizar nuestras miserias y nuestras culpas.

Esta es la primera fase que no carece de una evidente coloratura de hipocresía.

La segunda fase, vinculada a la anterior, consiste en hacer de ella un estandarte y aprobar a quienes cometen tales infamias, como recuerda la carta de Pablo Apóstol a la Comunidad de Roma:

“Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, difamadores, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres,

insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen”. (21)

Elevar la impiedad a doctrina con el velo distorsionado de la misericordia de Dios no es más que una espiritualización en gran estilo, objetivada, canonizada.

Un borrón y cuenta nueva a mi propia culpa para que nunca se convierta en una conciencia de culpa, en esa maravillosa contrición del corazón que cada uno de nosotros necesita:

Al oír esto, se compungieron de corazón- Ἀκούσαντες δὲ κατενύγησαν τὴν καρδίαν” (22)

Bendita sea esta transfixión que todo cambia y que es impagable para bien conservar y hacer fecundo el don recibido:

“El que quiera entender plenamente y saborear las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con Él toda su vida. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla. Si supieses toda. la Biblia. a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios Vanidad de vanidades y toda vanidad (Eccl., l, 2), sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales”. (23)

La tercera fase, la esclerocardía se realiza con el silencio omertoso. Que evita cualquier forma de purificación medicinal necesaria:

«... nadie los vio, nadie se entero, nadie sse despertó. Todos dormían» (24)

Aquí la esclerocardía se convierte en "red". El que omite no es solo una persona que no dice la verdad, en los modos y en los tiempos correctos, según el criterio evangélico, sino más bien una persona que elige vivir en la mentira usando los múltiples niveles liminales y subliminales de "negación".

Con esta actitud estructurada, deja de ser precisamente una "persona", en camino y abierta a la vivificación del Espíritu. La negación, de hecho, preserva un equilibrio, pero abre aún más el abismo a la buena ejecución y al crecimiento de sí mismo en el Espíritu Santo.

Y así se cumple el delito más grave: entrar en la desesperación y no captar la Esperanza de un cambio posible a Dios, que todo cumple, con camino medicinal.

La dimensión del gravemente desordenado

Cuando se trata del gravemente desordenado, como en el caso de la tendencia homosexual y de los actos intrínsecamente desordenados relativos a los actos homosexuales, hoy se incurre, a causa de una lectura filtrada por un subjetivismo fuerte, incluso en los ateneos (no inmunes al espíritu del mundo), en una indudable fatiga de la razón y brotan las más extravagantes y tendenciosas hipótesis teológicas.

La cuestión es la siguiente.

La persona homosexual - a la que prefiero llamar homoafectiva por los motivos ya indicados en una reflexión anterior (16) - se enfrenta a un conflicto profundo. El catecismo, justamente, con sabia acepción, habla de "prueba":

" Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición." (25)

La prueba, por decirlo así, no es accidental y ocasional, sino profunda y toca la vida afectiva y el equilibrio de la persona misma. A veces, tal prueba es agobiante y con prepotencia se hace presente en la vida de la persona con esta tendencia. Tal "experiencia" vehiculada por el dogma cotidiano del "me siento" y de la "felicidad" esclava de la conciencia liminal, y no profunda, quiere maniobrar el término "persona homosexual" -que en el Catecismo de la Iglesia católica no se presta a tergiversaciones - para que adquiera la valencia del "tercer polo sexuado".

Esta visión antropológica en el lenguaje común ha buscado el respaldo de la APA y de la OMS para inventar desde cero la homosexualidad como "natural"; cosa no solo contraria a la revelación bíblica sino a todo planteamiento metafísico y racional.

A esta manipulación que pasa del "sentir" al racionalizar en "costumbre" y "cultura" se llega, en ámbito católico, también por el apoyo de algunos teólogos, columnistas e incluso Obispos, que, en ámbito moral, tienden a poner condiciones al "intrínsece malum".

La reflexión moral, en el fondo, necesita, también en este caso, una dedicación aparte, pero las dificultades ante el intrínsece malum nacen sustancialmente por el hecho de haber abandonado la dimensión metafísica del mal moral para reducir todo al sujeto que realiza ese mal y a tocar su dimensión relacional.

También en este caso se trata de una lucha que proviene de una experiencia y una teología confusa que, al luchar por acoger el mal en sí de algunos actos, que de todos modos no tienen valor ontológico sino valor potencial y experiencial, trata de violar no solo el dato revelado sino también las necesidades que la razón misma tiene de acoger in mysterio algunas condiciones que no logra, por ahora, explicar. Si quiere ser razonable.

Es legítimo plantear reflexiones críticas en el ámbito teológico, siempre que nazcan de un corazón humilde que no apague "la devoción y la oración", como nos enseña perennemente el santo Poverello de Asís, de lo contrario, en lugar de escuchar el dato revelado, y de la recta ratio, con gusto se incurre en el manipulatorio y no se realizan sanas "reformas" y ciertamente no se pone en movimiento ese camino de crecimiento de la reflexión teológica.

Por lo tanto, se mina el "bien común teológico".

En cierto modo, cualquier falta de humildad en la teología, incluso en la teología moral, y en su búsqueda, es negar al Espíritu del Señor que se despliegue y se revele. Una especie de "blasfemia del Espíritu Santo" que no puede ser perdonada porque mina en sí misma las condiciones objetivas para recibir el perdón de Dios y crecer en él.

Esta es, entre otras cosas, la característica de toda herejía en la historia de la Iglesia.

Todo esto se inserta en un resquebrajamiento del sentido común de la ética que antes tenía un fundamento claro en la metafísica en la que el actuar sigue al ser (Agere sequitur esse). Las recientes contribuciones de Lévinas, Mounier, Ricœur, Buber como filosofía personalista, que quiere unir la dignidad objetiva de la persona y su contexto relacional son ciertamente importantes pero, a mi juicio, prestan demasiado el flanco al subjetivismo que quieren "corregir". En efecto, existe también una dimensión objetiva, experimentable, palpable de lo que es "natural", finalizado y al mismo tiempo de lo que la doctrina clásica llama "pecado original"; aspectos que una reflexión personalista no puede dejar de tener en cuenta.

De lo contrario, en su deseo de volver a fundar la antropología o en cualquier caso de encontrar un lenguaje universal y común, no hace más que dar un salto exquisito que podríamos llamar de "religiosidad", autorreferencial y delirante.

Tal actitud es bien clara en el capítulo 11 del Génesis y se repite cíclicamente.

Por lo tanto, se espera un et-et que combine la Metafísica clásica con la ineludible dimensión relacional del hombre y su fragilidad, de todos modos presente.

Sin embargo, hay que decir que los pródromos fundacionales, en la Iglesia, de esta visión antropológica orquestada, están todos presentes; solo necesitan ser renovados en su carácter sistemático y en su adecuada presentación. Pero son ineludibles para la pastoral; también para las situaciones de las que estamos hablando y del discernimiento que se deriva de ellas.

La mundanización de la culpa, la vergüenza hacia Judas de Keriot

Y precisamente hablando de discernimiento hay que tener en cuenta todo enfoque genuino que la "ciencia psicológica" puede aportar. La citada Instrucción recuerda:

" Si se tratase, en cambio, de tendencias homosexuales que fuesen sólo la expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas deberán ser claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.” (26)

Sin embargo, a pesar de las proclamas públicas de "recuperación", ante los acontecimientos de la efebofilia homosexual de estos tiempos, que exigen un cambio de vida psicológico de los candidatos, vuelvo a repetir que el enfoque psicológico no solo no basta, sino que corre el riesgo de permanecer en la superficie.

Aunque se trate de psicología profunda.

Desde luego, el enfoque freudiano, la psicología sistémica, el análisis transaccional y el enfoque conductual son bienvenidos, pero no son suficientes.

Vuelvo a proponer las categorías psicológicas de teología espiritual que he proporcionado sobre las tres necesidades fundamentales (Necesidad de Identidad, Necesidad de Ser Amado y Necesidad de Amar), categorías que necesitan ser profundizadas y que llegan al fondo del problema permitiendo que la gracia llegue a las profundidades más profundas  del corazón del hombre y pueda ofrecer curaciones e impulsos saludablemente donados más allá de toda imaginación.

Por tanto, son fundamentales en el discernimiento vocacional a gran escala, no solo para el sacerdocio, sino también para la vida familiar.

Encerrar la vida intrapsíquica a un cúmulo de energías de manera determinista o semi-determinista no ayuda a transformar la vida afectivo-sexual con la renuncia, lúcida y por don, de la vida genital vinculada a la dimensión afectiva sexual.

Las categorías y los estudios, algunos de los cuales de peso científico, de la psicología moderna, son ciertamente importantes y significativos y hay que tenerlos en cuenta para conocer las necesidades liminales y subliminales pero el profundo, el Corazón, el Leb bíblico (לב) debe ser tocado cada vez mejor por los instrumentos de la Gracia.

Es precisamente aquí donde, personalmente, individualizo las categorías psicológicas de las tres necesidades fundamentales según la teología espiritual. Aquí es donde las tres necesidades logran una transformación de la naturaleza en la sobrenaturaleza. Aquí es donde Gratia supponit naturam et extendit eam.

Esta sobrenaturaleza no es un valor mitizado por superhombres sino la plenitud de la humanidad pensada, vista, gustada, nutrida en la carne de Cristo.

Podríamos decir que la sobrenaturaleza a la que Dios nos llama ya está presente en semilla en la naturaleza, solo que espera entrar en el Misterio Pascual para poder rociar la naturaleza misma y llevarla a dar el salto necesario de la sanación de las heridas y reequilibrarla en el milagro cotidiano del habitus.

Los instrumentos de conocimiento de uno mismo junto al patrimonio espiritual y litúrgico de la Iglesia abren a la sanación profunda y a la renovación de los fieles, especialmente si son sacerdotes, especialmente si están heridos. Dios obra estas maravillas.

¡Demasiadas veces lo he visto con mis propios ojos!

La dimensión de la oración del corazón y de la adoración es sustancial, flanqueada por el autoconocimiento y la autoofrenda, que conlleva el autoconocimiento, junto con el discernimiento de espíritus.

Otro aspecto decisivo que no hay que descuidar, para vivir correctamente la dimensión afectiva en el sacerdocio, es la vida fraterna degustada como lugar evangélico de la entrega, del crecimiento, del límite, del calor y de la pertenencia, como ya hemos trazado.

Esta es la razón por qué, el sentimiento de culpa connatural que llevamos por la herida originaria, y al mismo tiempo singular y única, en nuestra persona, se orienta hacia la mala conciencia, asumida responsablemente:

"Attà ha ish, tú eres aquel hombre" (27), sí Señor, yo soy ese hombre, "he pecado contra Ti" (28), dame tu perdón, "reedifica las murallas de Jerusalén" (29)

Aquí brota la conversión continua como un movimiento tan potente y discreto que es realmente una re-creación, porque "lo que es imposible para los hombres es posible para Dios". (30)

Y así se derriban las dimensiones maniqueas y mundanas también hacia el pecador. Esa incesante y comprensible actitud que la comunidad cristiana tiene hacia quien traiciona.

La reacción a la historia de Judas de Keriot es emblemática.

Ciertamente el Cordero inmolado no tenía nada que reprocharse, y probablemente los apóstoles tampoco. Sin embargo, la fatiga de metabolizar la traición para captarla como un recuerdo constante para todos, en cierto modo, permanece.

Hemos hablado anteriormente de "redes de pecado" en torno al sacerdote que cae en estos delitos. La responsabilidad no es solo, gravemente y obviamente, del reo, sino también de la red que, silenciosamente, con secretismo, no pone en práctica aquellos comportamientos que el "peso" de la gracia y de la gloria de Dios evoca. No sólo en cuanto a hacer la Verdad y hacer la Justicia, sino a colocar elementos objetivos de curación. La comunidad puede transmitir silencio pero también curación, si es honesta y bien orientada en la Misericordia. Cuidado con encontrar el chivo expiatorio de las estructuras de pecado. Demasiado cómodo, maniqueo y proyectivo.

Cuando la Iglesia hace esto hacia sus "reos de pecado y de culpa" fracasa su tarea educativa y se "mundaniza", es decir, responde a la instancia pagana presente en el corazón del hombre de quitar el pecado de sí mismo para proyectarlo fuera.

De este modo se produce un dramático contrasentido.

Se condenan las estructuras mundanas y clericalizadas, pero se hace a través de una actitud muy similar, aunque no caiga en la misma culpa. Es decir, desde un punto de vista de comportamiento, por ejemplo, se refuerzan conductas inadecuadas de responsabilidad ante el mal.

Justo lo contrario de lo que hizo el rey David que, a pesar de su triple pecado de lujuria, mentira y homicidio, sigue siendo el hombre de Dios.

Recuerdo claramente que ante los hechos de abusos a menores que estallaron hace algunos decenios san Juan Pablo II dijo: "¡Me avergüenzo!" Como si él mismo hubiera cometido esos crímenes. Por supuesto que no los había realizado ni en existencia ni en condescendencia y omisión, pero se hacía cargo de ellos como pastor de una humanidad herida.

De hecho, hay un sistema que necesita renovación y necesita recuperar sus raíces. En el hospital de campo sufrimos juntos, no se entierran a los y las heridas: se curan. Todos. Con el honor del que hablábamos desde el principio de nuestra reflexión.

Si es verdad el dicho atribuido a Hipócrates que dice: "Antes de curar a alguien pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron", es aún más cierto que una comunidad de "pecadores" que ha experimentado el perdón, en su dimensión placentera, medicinal y de retorno al Padre, es sumamente motivadora para que el reo busque y encuentre lo que pueda sanarlo y rompa, con decisión, con lo que lo mata

Recuerdo un hecho emblemático sobre un sacerdote que, oprimido por la culpa por sus caídas, se había quitado la vida. Ninguno de los hermanos fue a tomar aquel cuerpo cargado de líquidos corporales colgado de una farola; sin ninguna piedad propia y de otros sacerdotes. Nadie fue a bajarlo salvo un sacerdote que no era su hermano, pero vinculado por la ontología sacerdotal, cercana a los sacerdotes en dificultad.

Mientras no seamos capaces de abrazar al leproso sin condescender con su lepra, estaremos muy lejos de ese honor que se nos concedió con la imposición de las manos en la Sagrada Ordenación.

Evidentemente, aún no hemos comprendido que "la entrega a satanás" (31) de un miembro del cuerpo no debe apagar la Caridad hacia El sino mantenerla viva en el aspecto medicinal. También aquí puede estar presente "el olor de las ovejas", sobre estos "pobres" y "pequeños" caídos en la desgracia y la desesperación, también por su pésima y enferma voluntad, así como su criminal y pecaminoso comportamiento.

La belleza del celibato

Hace algunos años publicamos, como Asociación, junto con laicos y sacerdotes, una nota y un brevísimo estudio sobre la belleza del celibato como don. (32)

Los fundamentos son cristológicos, como recuerda la encíclica Sacerdotalis Cælibatus de Pablo VI:

"Cristo, Hijo único del Padre, en virtud de su misma encarnación, ha sido constituido mediador entre el cielo y la tierra, entre el Padre y el género humano. En plena armonía con esta misión, Cristo permaneció toda la vida en el estado de virginidad, que significa su dedicación total al servicio de Dios y de los hombres. Esta profunda conexión entre la virginidad y el sacerdocio en Cristo se refleja en los que tienen la suerte de participar de la dignidad y de la misión del mediador y sacerdote eterno, y esta participación será tanto más perfecta cuanto el sagrado ministro esté más libre de vínculos de carne y de sangre" (33)

Repetimos lo que ya ha mencionado la Presbyterorum Ordinis de la CVII:

"Ruega, por tanto, este Sagrado Concilio, no sólo a los sacerdotes, sino también a todos los fieles, que aprecien cordialmente este precioso don del celibato sacerdotal, y que pidan todos a Dios que El conceda siempre abundantemente ese don a su Iglesia.” (3)

Por lo tanto volvemos a reiterar lo dicho anteriormente y es que a pesar de algunas tradiciones de "casados sacerdotes", típicas de la Iglesia oriental (y no "sacerdotes casados" como dicen erróneamente algunos opinionistas, sacerdotes, revistas "cristianas") la continencia por el Reino y el estado celibatario son fundamentales para vivir en plenitud el sacerdocio.

La Iglesia, que se cuida a sí misma, debe poder cultivar con sumo cuidado estas dos polaridades, aquella a la vida familiar y aquella a la vida virginal, en las diversas posibilidades que ofrece, incluida aquella celibataria para los sacerdotes.

Ambas polaridades conservan un anticipo de la futura condición que nos espera, ambas condiciones son un símbolo de ello, y ambas se sostienen y alimentan recíprocamente, hacia la Eternidad.

No hay que olvidar que, como dice el Catecismo de la Iglesia católica en el n° 1534

El Orden y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios.”

El Celibato, con la continencia que conlleva, es también un don delicadísimo que merece ser preservado con el máximo cuidado subjetivo y con algunas precauciones objetivas que lo protejan de las inevitables fragilidades y soledades del Ministerio Sacerdotal.

Subjetivamente la vida de oración, la adoración, un corazón donador y lleno de caridad, son orquestaciones indispensables.

Objetivamente la vida fraterna, la dirección espiritual, relaciones sanas en la comunidad, son una ayuda decisiva. Como testimonia también el valor auténtico de la amistad vivida por algunos santos sacerdotes.

Las indicaciones del nuevo CJC concernientes, por ejemplo, la relacionada con  los "Parroci in solidum" son, ciertamente, una vía importante para sostener el celibato.

En efecto, el Código de Derecho Canónico dice:

Canon. 517 - § 1. Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral de una o más parroquias a la vez puede encomendarse solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de ella ante el Obispo.

Una nutrida vida fraterna es indispensable para valorar y hacer estable y fecundo el don del celibato y de la virginidad.

Otro punto a desentrañar para sostener la importancia y la belleza del celibato, un don para toda la Iglesia, es precisamente la carta a Timoteo y a Tito  que la Iglesia ha venido a privilegiar de modo exclusivo una forma de continencia sacerdotal, o sea, el celibato, que ya estaba presente y era recomendado por los Apóstoles, dentro de la disciplina general establecida por ellos; por lo tanto, no es una "creación" del Concilio de Trento, el cual es bueno reafirmarlo no fue una "contrarreforma" sino una reforma en el sentido etimológico del término, es decir, una clarificación y un retorno a los orígenes de la "semper reformanda", mucho antes del Concilio Vaticano II.

La reforma eclesial no es una adaptación al mundano, al contrario, es precisamente lo opuesto, es decir, una perenne sana vuelta a los orígenes y al contenido de los orígenes, en el desarrollo, según el Espíritu Santo, de los mismos orígenes.

Recuerda el Concilio Vaticano II:

" Puesto que toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación, por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la unidad. Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma (perennis reformatio), de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad.”  (34)

Esto reafirma que la Iglesia tiene, como constitutiva, la reforma de sí, es decir, la renovación en el Espíritu Santo. Esto va mucho más allá de su tensión ecuménica. Este movimiento de reforma/renovación es constitutivo para que la Iglesia sea ella misma. También por lo que se refiere al tema que estamos tratando.

El celibato, por tanto, no es un argumento estático o antiguo, sino vivo, que hay que vivificar, por el bien de la Iglesia y del sacerdocio. Ciertamente es tarea de los legítimos pastores fijar sus coordenadas, confirmarlas y reafirmarlas, pero es tarea de todos valorar y amar el celibato como "don para" la comunidad eclesial.

Por tanto, la comunidad está llamada a una madurez responsable de pertenencia, tanto hacia el don de la Familia como hacia el don de la Virginidad y también del Celibato Sacerdotal.

La contemplación activa de la Sagrada Familia y de la Virginidad de Cristo son, pues, emblemáticos y paradigmáticos. Para una reforma sana y una continua renovación en el Espíritu Santo como conjunción de la semilla originaria con el cumplimiento escatológico (35).

Hablamos de contemplación porque son dos gemas preciosas e ineludibles que iluminan y sostienen la presencia en el mundo de la Iglesia y la proyectan hacia la Eternidad. Son dos semillas sólidas plantadas y renovadas por Cristo, de manera particular y complementaria. Y es propio del Espíritu Santo, si se invoca, se busca, se cultiva, renovar lo mejor de lo presente en la Iglesia. A pesar de nosotros.

No se elige la virginidad, el celibato, para entrar en el Reino, para salvarse. Lo mismo podríamos decir del Matrimonio. La Vocación se acoge porque el Reino ha entrado en ti, te ha habitado y habilitado con una Palabra. Está en ti con esa Palabra desplegada en tu historia. Te ha elegido y tú sientes la necesidad de permanecer libre de todo vínculo para responder a esta llamada, así como, en el matrimonio, sientes que tu libertad para el Reino es el vínculo con el cónyuge en la fecundidad propia del matrimonio.

Estas dos polaridades expresan bien la belleza de la re-creación en Cristo. Así como Dios se regocija por lo cumplido, lo muy bueno de la creación en Génesis, y en particular de la creación del hombre y de la mujer, como familia especular con la familia Trinitaria, así Dios se regocija y ve cumplida la belleza en la Virginidad y en el Celibato, tanto religiosa como sacerdotal como imagen de donatividad orientada hacia la Eternidad y vívida en la Persona de Cristo Sacerdote, Esposo, Virgen y Célibe.

Respeto de los sacerdotes "mediocres"

Me gusta referir una afirmación de la que fui testigo, hace unos 30 años, prestando cuidados de enfermería al psicólogo P. Agostino Lundin. El padre Agustín era un psiquiatra sueco convertido primero al catolicismo y luego se convirtió en franciscano. Fundador del Centro Ecuménico Nórdico, después de una grave enfermedad que lo obligaba a permanecer postrado en la cama constantemente, entró en una condición espiritual única. Precisamente una vez me contó que se había hecho católico y luego franciscano no tanto mirando a los muchos frailes ejemplares presentes en la Provincia Umbría, sino participando a las alabanzas matutinas de San Damián donde había un fraile, no joven, que a menudo se dormía en el coro.

Esta bella humanidad frágil había conmovido al psicólogo sueco que no dudó en convertirse al catolicismo y luego a hacerse franciscano y continuar, como podía, dada la enfermedad de las extremidades inferiores, la obesidad y las complicaciones posteriores, el trabajo incesante del Centro Ecuménico Nórdico.

A él le debemos la confesión de Frere Roger Schultz, fundador de la Comunidad de Taizé, en los años sesenta:

«Roger Schutz vino a Asís en los años sesenta e hizo una visita al padre Agostino Lundin, psiquiatra sueco convertido en católico y franciscano, que entonces dirigía el Centro. A la pregunta del padre Agustín: «Yo me he convertido al catolicismo: ¿lo haréis también vos de Taizé?» Roger Schütz respondió sonriendo: «Fuimos a ver al Papa Juan XXIII expresando nuestras dudas e incertidumbres, pero él nos recomendó vivamente que siguiéramos siendo protestantes y que nunca hiciéramos ninguna conversión, porque nosotros y él ya somos una sola alma. Esto se lo confiamos a ustedes, pero por el momento no sería oportuno publicarlo» (36)

De todos modos, este episodio de la conversión del Padre Agustín es para subrayar que no solo las virtudes vividas de modo heroico por tantos santos sacerdotes, con cada día, y que no aman estar en el candelero, alimentan las médulas del Reino, sino también muchas de sus hermosas y humanísimas fragilidades que hacen más vívida la Gracia que han recibido por el Bien Común del Pueblo de Dios.

Un río de bien infinitamente más grande y torrencial respecto a las deformaciones y abyecciones escandalosas de unos pocos, de los cuales, sin embargo, nos hacemos cargo con todo el amor posible.

Hacerse cargo

Cuán importante es la "red virtuosa" de la oración, del ayuno, de la mortificación en apoyo de la "gracia de estado", tanto matrimonial como sacerdotal.

Así como a veces se presenta una "red pecaminosa"  que legitima  ciertas "redes de delito" con el propio silencio, omertà y la omisión de la corrección fraterna, así es importante la "red virtuosa del bien" que "excita" y vivifica la "gracia de estado vocacional" de una manera que a veces no  se puede describir y que despierta cuerpos dormidos y muertos haciendo fluir la sangre de la Gracia que irradia todo en las extremidades entumecidas y desata la Gracia de Estado y la Gracia Vocacional recibida. En estas redes de Bien y Gracia nunca se invierte suficiente energía.

La Caridad sana y cumple el don recibido

En la Caridad atenta, dinámica y veraz los cielos se abren, es decir, la "gracia recibida", el "sphraghis sacerdotal", la gracia de estado, irradia no solo a quien está cerca del sacerdote sino que cura y transforma el corazón del sacerdote mismo, quebrando cada vanidad, iluminando cada zona oscura del corazón, cristificando el corazón del sacerdote.

La Palabra nos ilumina:

«En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.» (Juan 1:51)

"Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna.

En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos.  Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?  Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad." (1 Juan 3:14-18)

“…también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos…” El término "debemos" se traduce del griego ὀφείλομεν, que significa que podemos y debemos, por deuda interior y respeto a nuestra naturaleza profunda.

Aquí se cumple la tercera necesidad, la Necesidad de Amar, dando la vida por los hermanos.

No un deber externo, no un mandato que no esté ya en tu corazón, justo a tu lado.

En tu interior, que espera ser "desatado" y reavivar el corazón entumecido.

Si cumples este impulso interior, esta posibilidad, este deber en el Espíritu Santo, tú eres capaz de ver los Cielos abiertos.

Por tanto, es en la Caridad viva y real, a semejanza de la de Cristo, donde realizas y vives cada  acto litúrgico y entras "en la Obra de Dios".

Cuidar de la Sagrada Liturgia, como recuerda el Concilio Vaticano II, es cuidar del Amor, y cuidar del Amor es haber comprendido la Sagrada Liturgia y entrar plenamente "en los Cielos abiertos" en la Obra de Dios.

No estoy aquí para enumerar las ocasiones ordinarias de auténtica caridad y perdón que pueden curar el sacerdote, en sus tres necesidades fundamentales que hemos mencionado, y que forman parte de su ministerio, sino también las no ordinarias que se experimentan estando con las personas ancianas, enfermas y discapacitadas.

Qué regalo de la Divina Providencia, cuando esto sucede. Aquí en la rendición "de la eficiencia pastoral" se cumple la mística muy concreta de los "Cielos abiertos". Aquí el sacerdote puede encontrar - como todo creyente - un río de curación y de auténtica salvación, especialmente en orden a la vida afectiva.

Al principio fue la Alegría

Precisamente la liturgia de hoy, Epifanía del Señor, día en que entrego esta reflexión, ilumina las motivaciones profundas de la Vocación, de cada Vocación y, en nuestro caso, de los fundamentos de la Vocación Sacerdotal. Reza el Evangelio de hoy:

"al ver la estrella se llenaron de inmensa alegria.” (Mateo 2:10)

Con gran concisión en la liturgia,

y nuestra inmensa superficialidad,

Se nos escapa el paso más cargado de Alegría de toda la Sagrada Escritura, que en griego es crepitante:

ἐχάρησαν χαρὰν μεγάλησφόδρα

Regocijándose en una alegrìa excesivamente grande

El griego toma prestada, de manera similar, por así decirlo, la estructura retórica semítica para indicar un superlativo absoluto y hecho aún más completo en el Génesis con "muy bueno", Tov Meòd (טו ב מ או ד), narrada al final de la Creación. No solo "hermoso" y " buenísimo", sino "más que hermoso", el "perfectamente hecho".

Aquí el artificio literal no describe el estado "de ánimo" de Dios Creador, sino la beatitud  impetuosa en la criatura, además pagana, en el encuentro con el Rey de Reyes, el "Niño", el "más pequeño en el Reino de los Cielos", la Vida, la Verdad, la Luz, el Camino, la fuente incontenible e inenarrable de la Alegría.

Es el preludio al Paraíso.

Esta Alegría crea el discernimiento para cesar el mal y no tomar los caminos tortuosos, "los lugares" desordenados de Herodes.

La Alegría al ver al "Niño" crea el movimiento extático de la conversión.

El estrecho vínculo entre la Gracia y la Alegría explica el tercer Stichwort

Gratia supponit gratiam et profectum in ea

Es gracias a la Alegría que la Gracia es donada y crece en ella con provecho y trascendencia continua.

La Alegría es el motor de la llamada al "corazón indiviso" y también la superación sana y profunda de cada crisis que toca las raíces del corazón que poco a poco emergen y necesitan ser iluminadas, templadas, sanadas, reconstruidas, divinizadas y por tanto humanizadas.

No una alegría "desgarbada", no un mendigar "cisternas rotas" (37) sino el centrar la Alegría en contemplar al Niño que nos ha sido donado y soltar las cadenas, antiguas y profundas que tenemos, en el llanto que lo lava todo y que nos vuelve realmente agradecidos, adorantes.

La Alegría sobria pero no menos fuerte y radical que una muerte real, porque solo quien muere ve a Dios (38) y solo el morir de Alegría en el Niño, nos hace humildes y verdaderos, capaces de Amor y nos estructura en la Gracia Vocacional y en la plenitud humana cumpliendo las tres Necesidades fundamentales de las que hemos hablado.

Las situaciones irregulares, una esperanza también para aquellos con el corazón materno y paterno de la Iglesia

La Iglesia, gracias a la sensibilidad de los santos Papas del siglo anterior y del siglo actual, se da cuenta cada vez más de que debe haber un espacio para todos en el Pueblo de Dios en perenne conversión y donación perenne.

Espacio para todos que no es una concesión de benevolencia y de tolerancia de las situaciones objetivas de pecado o de las situaciones que conducen a vidas binarias y disolutas, sino que a través de la presencia en la comunidad y en el servicio, se perpetúa y se impulsa el estímulo a la conversión continua de cada uno de sus miembros y de todo el cuerpo.

También las situaciones irregulares, es decir, las reducidas al estado laical y mucho más las que han recibido la "dispensa sacerdotal", la cual, lo recordamos, es una gracia concedida por el Santo Padre al sacerdote, deben poder encontrar en la comunidad un espacio de servicio humilde y medicinal para convertirse junto a los fieles que viven situaciones más "regulares" y a sacerdotes, párrocos, que no han incurrido en situaciones heridas o terriblemente heridas.

De hecho, las situaciones son múltiples y únicas. Habría que afrontarlas individualmente con el escrúpulo de auténtico discernimiento y ciertamente este no es el lugar y el espacio.

Pero si hacia las situaciones de Declaración de Nulidad matrimonial se lleva a cabo un itinerario severo - excepto en algunos movimientos eclesiales que, a lo largo de los años, han sido a veces un poco aproximados - precisamente gracias a la aportación de San Juan Pablo II, El Papa Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco, hacia la formación sacerdotal y las causas de Dispensa estamos en presencia de un fuerte y legítimo rigor.

Algunas situaciones de Dispensa Sacerdotal, entre otras cosas, son el único camino que tiene la Iglesia, en situaciones específicas, no pudiendo demostrar adecuadamente que las ordenaciones son nulas en la sustancia, como mencionamos. Esto se debe a la  objetiva, fuerte y discordante inmadurez del candidato, que se revela posteriormente. Tanto por algunas situaciones homoafectivas no tratables, como por el impulso objetivo al matrimonio presente en algunos. Respecto a este último caso resulta difícil pensar, aunque no pueda excluirse en sentido absoluto, que en la Iglesia occidental, pueda haber candidatos que tengan realmente la vocación al sacerdocio y al mismo tiempo tengan claramente la vocación al matrimonio.

Dios ordinariamente es simple y no complica tan dramáticamente la vida de las personas y por lo tanto, aunque en la ordinaria y necesaria virilidad, proporciona una llamada celibataria.

En el caso de que esto no ocurriera bajo un agudo discernimiento ciertamente la persona se encontraría dividida entre dos llamadas coexistentes. Sobre esto la gracia de Dios ayudará al candidato, con un severo discernimiento eclesial, a elegir el camino menos dramático y que constituya un equilibrio aceptable. Esperando que esto suceda antes de la ordenación sacerdotal.

De todos modos, sobre estas situaciones de aparente, rara y a veces única coexistencia vocacional es necesario hacer epochè y rezar mucho, si se presentan. Aquí sigue siendo verdadera la lógica del "bracchio extento", donde el "brazo extendido " recordado en el período que precede a la Santa Navidad, sumerge en el misterio de la Pascua.

Tu brazo extendido, oh Señor, en ciertas situaciones humanamente imposibles, anuncia el brazo extendido sobre la Cruz, donde se despliega toda Tu Omnipotencia y Tu Sabiduría:

"Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres..." (39)

De todos modos, para cada situación, especialmente las inherentes a la Dispensa sacerdotal, la Iglesia debe poder dar una contribución atenta en el Espíritu Santo que no empobrezca el vínculo único e inseparable entre vocación celibataria y sacerdocio, sino que teniendo en cuenta las excepciones pastorales, sepa subrayar con sabiduría su belleza perenne. Especialmente en nuestros tiempos subjetivos y condicionados por el "me siento", "me gusta", etc.

La Iglesia debe poder dar a cada uno una respuesta de auténtica misericordia que no evada los aspectos medicinales y de conversión, sino que recuerde que son múltiples los caminos de servicio y que, al mismo tiempo, las excepciones no invalidan el principio sino que lo confirman y lo refuerzan.

Por último, si las excepciones son ponderadas y atentas, ayudan a ponernos en ese movimiento de conversión común que todos los fieles del Pueblo de Dios necesitan. Sin excepción.

Propuestas a las diócesis

Espero sinceramente que esta reflexión sea percibida por las sedes oportunas antes de febrero de 2019 para aportar el beneficio de la "renovación y la puesta a punto" en el Espíritu Santo, como bien les parezca a nuestros pastores. 

Me permito completar esta amplia reflexión con algunas sugerencias para las Diócesis:

1 - Discernimiento según medios psicológicos y las tres categorías de psicología espiritual que he proporcionado para el bien del candidato.

El primer Reino de Dios es el candidato.

Adjuntar a la competencia científica de lo profundo la competencia "científica", según el don de Ciencia (40) de la teología espiritual con las tres Necesidades que mencionaba. Recuerda la exhortación Pastores Dabo Vobis al nº 72

"En esta relación entre el Señor Jesús y el sacerdote —relación ontológica y psicológica, sacramental y moral— está el fundamento y a la vez la fuerza para aquella «vida según el Espíritu» y para aquel «radicalismo evangélico» al que está llamado todo sacerdote y que se ve favorecido por la formación permanente en su aspecto espiritual." (41)

2 - Invito a los Seminarios de formación al sacerdocio para cultivar, con equilibrio, la terna orquestada de Metafísica, profundización Antropológica y Teología espiritual. Aunque me interesa particularmente la Metafísica, pensar en ella de manera abstracta, nominal, desconectada de la cuestión antropológica y de teología espiritual (a la que hago mención aquí y en reflexiones traídas en nota) en realidad, sería caer en una especie de abstracción del pensamiento que no beneficiaría a nadie, especialmente ahora.

Se corre el riesgo de no ser comprendidos y, peor aún, de recaer en la falta de Caridad que hace de nosotros un tintineo sordo y no alegre y vivificante.

Hay una fuerte necesidad, por muchos motivos y por muchos miedos (a veces fantasmas), en nuestra humanidad herida, de un "centro de gravedad" de alguna manera presente en la "plenitud de los tiempos" y que ahora se ha nublado un poco.

La historia ha seguido coordenadas providenciales precisas: la reflexión del pensamiento sobre los fundamentos y principios, también de naturaleza "pagana" y "pre-cristiana", ha sido realizada/iluminada por la Encarnación y luego por la Redención; el Kerygma, en Espíritu y Poder, entregado al Espíritu y al mandato, ha logrado efectos al iluminar el humano más humano y más profundo y significarlo:

"Por tu luz vemos nosotros la luz" (42)

Por ello, hoy en día, se siente la necesidad de una sinfonía renovada entre estos tres aspectos enumerados para la formación de los seminarios y de los clérigos y en la ineludible y sucesiva formación permanente.

3 - La vida fraterna del seminario y de los clérigos debe poder continuar en la formación permanente del sacerdote y del religioso como lugar de perenne conversión y fruición de las cosas extraordinarias que Dios realiza en la vida de cada uno. El sentido de pertenencia, alimentado y custodiado, no solo previene la "soledad" sino que ayuda a vivir en plenitud la "soledad" que inevitablemente está vinculada a la ontología del sacerdote. Aquí pasa la curación; especialmente en situaciones que implican heridas y enfermedades del corazón, a veces transeuntes y necesarias.

4 - Misiones populares entre Diócesis. Este extraordinario y sencillo instrumento de evangelización, en general realizado por los religiosos, pero también por algunos seminaristas diocesanos, puede ser vivido con más despojo haciendo participar a buena parte del clero diocesano y también al Obispo mismo de una Diócesis. Empobrecer la presencia sacerdotal en una Diócesis durante diez días y hacer que ésta, también con laicos y religiosos, anuncie el Evangelio sine glossa, en Espíritu y potencia, en otra parte de Italia es placentero y medicinal.

Tanto para quien evangeliza como para quien recibe el anuncio.

Pero también para toda la Diócesis que, en aquel período de "escasez" de servicios ad-intra, con la oración hecha por los laicos, los religiosos, las comunidades religiosas que permanecieron en la Diócesis, sostiene a quien está anunciando con sencillez y alegría el Evangelio, su Obispo, parte del clero, parte de los religiosos y parte de los laicos.

Las misiones al pueblo realizadas también por los Obispos sobre otras Diócesis, durmiendo en las familias, con modesta acogida y cotidianas incomodidades, en ese manojo de días de simple anuncio capilar son un momento de gran gracia que no hay que empobrecer.

La organización previa, hecha por una comisión especial, solo puede hacerse a partir de la adoración diaria.

Considero que este instrumento de evangelización, a nivel pastoral y a nivel antropológico, sea un camino precioso que recorrer. Porque, como recordaba San Juan Pablo II, "la fe se fortalece donándola", especialmente cuando se da "desnudos y despojados", separándonos del servicio diario.

5 - Contactos fecundos entre Vocaciones. Proponer seminarios fraternos de encuentro entre sacerdotes y familias como disfrute igualitario de los respectivos dones recibidos. Permitiendo no solo la expresión del Munus Docendi de los Sacerdotes hacia las familias, legítimo y obligado, sino también el testimonio, el uso de los bienes concedidos del cónyuge y en la familia hacia los padres sacerdotes. Momentos de formación recíproca y de celebración fecunda en el Señor.

6 - Preparar los sacerdotes a la Caridad. Es fundamental proponer en el período formativo pre-ordenación y en la formación permanente momentos de servicio humilde hacia los ancianos, los enfermos y los discapacitados. El contacto asiduo con estos hermanos y hermanas permite al corazón de quien está en formación y en la llamada al celibato entrar a manos llenas en la donarse para perder típica del "corazón indiviso" y en la "castidad" impresa con el sacramento del Bautismo. Reduce los montes de la soberbia clerical y eleva las zonas humildes, humanas y sobrehumanas presentes, por don, en nuestro corazón.

7 - Red de comunicación episcopal fraterna y eficaz. Los Consejos Permanentes Episcopales deben poder ser renovados con "oración y devoción" profunda. Dando más espacio a la Adoración. La Prolusión introductoria debe poder infundir en este Espíritu de Adoración y hacer germinar de la Adoración y de la oración del Corazón, lo que sirva a la Iglesia Nacional.

Por lo tanto, devoción no como acto previo que pueda aparecer como una visión mágica de la fe, sino más bien en la efectiva gratitud del Señorío de Cristo a través de la "entrega", en la Alabanza y en la Adoración y en el tiempo necesario para ello, de rodillas, de lo que vamos a discutir y a recoger en el Espíritu Santo. De lo contrario, afirmar "el Espíritu Santo y Nosotros" (43) resulta estridente y disonante.

Qué hermoso sería que todas las parroquias de esa nación específica participaran en la apertura de los trabajos de los Consejos Permanentes Episcopales, con una red orante y no con simples comunicados de prensa. Esto significa entregar las intuiciones, las competencias humanas, los dones y los carismas al Señorío de Cristo y reiterar una vez más:

"Esta Iglesia es tuya, oh Señor, llévala a donde quieras. Duc in altum" (44).

Con gratitud y rendición,

Epifanía del Señor, 6 de enero de 2019

Paolo Cilia


Notas bibliográficas

1. Fuentes Franciscanas, 220

2. Fuentes Franciscanas, 132

3. PRESBYTERORUM ORDINIS - DECRETO SUL MINISTERO E LA VITA DEI PRESBITERI , 16

4. “Udienza ai Vescovi partecipanti al Corso promosso dalla Congregazione per i Vescovi”, 13 de septiembre de 2018

5. “Lettera di Papa Francesco al Popolo di Dio", 20 de agosto de 2018

6. Laudes del Jueves de la Semana I del Salterio

7. F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal

8. “L’amore di sé e i tre bisogni fondamentali, La Croce Quotidiano e ilcattolico.it, 8 septiembre 2016

9. “Se non fossi tuo mio Cristo, mi sentirei creatura finita, en ilcattolico.it, 9 marzo 2015

10. “Serie di riflessioni sui Bisogni fondamentali e la Filautia”, “Fuit mira mutatione commotus”, “Tu sei il Fariseo”, en ilcattolico.it

11. Isaías 43:19

12. 1 Corintios 10:12

13. “Chiesa in Germania: presentato lo studio sugli abusi”, Radio Vaticana, 25 septiembre  2018

14. Estudio detallado del 3 de octubre de la Iglesia Suiza, relanzado por el Obispo Marian Eleganti “Sexueller Mißbrauch in der Kirche: Täter sind vorwiegend homosexuell

15. Marcos 10:43

16. Omosessualità e Bibbia y  “Chiesa e omosessualità: fare chiarezza nella carità, en  ilcattolico.it

17. Salmos 36:2-3

18. Genesis 2:18

19. “Instrucción de la Congregación para la Educación Católica sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas con tendencias homosexuales antes de su admisión al Seminario y a las Órdenes Sagradas”, 4 novembre 2005.

20. È per il demone della tristezza che ci sbraniamo”, La Croce Quotidiano e ilcattolico.it, 22 julio 2017

21. Romanos 1:24-32

22. Hechos 2:37

23. Imitación de Cristo, I

24). 1 Samuel 26:12

25. Catecismo de la Iglesia católica

26. “Instrucción de la Congregación para la educación católica sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admición al seminario y a las órdenes sagradas”, 4 de noviembre de 2005, cap II

27. 2 Samuel 12:7

28. 2 Samuel 12:13

29. Salmo 51:20

30. Lucas 1: 26-38

31. 1 Timoteo 1:20

32. El celibato es un don para la Iglesia y para quien lo acoge, en ilcattolico.it, http://www.ilcattolico.it/catechesi/chiesa/il-celibato-e-un-dono-per-la-chiesa-e-per-chi-lo-accoglie.html

33. Paul VI, Sacerdotalis Coelibatus, n. 2

34. DECRETO UNITATIS REDINTEGRATIO SOBRE EL ECUMENISMO, Cap. 2: 6: 6.

35.  "Ecclesia est, qualis nunc est; ubi autem illud solum erit, Ecclesia est, qualis tunc erit, cuando malus in ea non erit. - la Iglesia tal como es en el tiempo, cuando se tiene una sola se tiene la Iglesia que será cuando ya no habrá el mal." (S. Agostino, De Civitate Dei, libro XX, cap 9,74)

36. G. Mario Trippolini, cofundador del Nordisk Ecumenisk Centrum de Asís

37. Jeremías 2:13

38. “No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir” Éxodo 33:20

39. 1 Corintios 1:25

40. “Il dono di Scienza”, ilcattolico.it, sez. catechesi, cat. Ruah

41. Pastores Dabo Vobis, 72

42. Salmo  36:10

43. Hechos 15:28

44. Lucas 5:4