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Orientaciones teológico-pastorales para la atención Pastoral de las Personas con homoafectividad y de las Personas con dificultades de identidad de género
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- Creato: 08 Settembre 2024
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Al abordar estas pocas observaciones explicativas, es oportuno hacer una premisa útil sobre un término que hoy en día es visto con cierta difidencia: el concepto de tradición. Hay que recordar que toda pastoral en la Iglesia está íntimamente ligada a una claridad antropológica y teológica que le viene del Santo Evangelio y, más aún, de la Tradición.
En efecto, es la Tradición la que fundamenta la Escritura en Su esencia, la interpreta legítimamente y la custodia diligentemente. La Escritura es Traditio sedimentata, viva y vivificante (Dei Verbum, 8). Por tanto, la Tradición no es vetusta arcaica y nostálgica, funcional para despertar las vanidades memoriales, sino que es la esencia viva, en el Espíritu Santo, del mandato eficaz que el Verbo de Dios, con Su Encarnación y con Su Pasión, Muerte y Resurrección, ha dado a la Iglesia.
El esfuerzo que la Iglesia tiene por encarnarse en el Espíritu Santo, en todo momento, y vivir el misterio del Triduo Pascual –Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado Santo– y del Domingo de Pascua es el ritmo, el aliento, el anhelo, el mandato, la compañía y la posibilidad que la Iglesia tiene en el tiempo. Y es el impulso de todos, aunque con roles diferentes pero iguales en dignidad. Recordemos Lumen Gentium: “la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida del mundo”[1].
No es lícito, en modo alguno, faltar a la fidelidad a Dios que es fiel, so pena la infecundidad y el latrocinio proprios del Apóstol de Keriot que, estando en el colegio apostólico, cultivó kársticamente sus propias ideologías que lo estructuraron hacia el epílogo final, en una especie de impermeabilidad a la Misericordia.
Abordaremos en puntos y síntesis temas que merecen mucho más alcance pero que aquí, inevitablemente, vienen abordados por breves indicios de reflexión.
I. NO HAY CRISTIANOS LGBTQ+ SINO PERSONAS
Si realmente deseamos servir a nuestros hermanos y hermanas, no será gratuito hacer el esfuerzo de cambiar, en primer lugar, los lenguajes y las terminologías que crean una perspectiva y una mens desinclusiva. Una primera forma común de rectificación y que se utiliza, por conveniencia (psíquica y sociológica) para identificar una cierta realidad, es "guetizar" y "circunscribir" esa realidad.
Empecemos diciendo que no hay Cristianos LGBTQ+ sino Personas (y este es el punto) que experimentan, de forma más o menos arraigada e intensa, un impulso homoafectivo o experimentan dificultades, incluso dramáticas, de autoreconocimiento de su ser sexuado “anatómico” y “biológico”. Llamar a esas personas “cristianos LGBTQ+” o “católicos LGBTQ+” cae e incurre en una forma pietista de guetización que consigue lo contrario de esa inclusión que, en realidad, todos necesitamos. Y todos la necesitamos de forma biunívoca. Porque quien incluye también es a su vez incluido en una relación significativa. Etiquetarlos como “católicos LGBTQ+” excluye a estos hermanos y hermanas al confinarlos en una categoría “protegida” que podría alimentar algunas derivas socialmente negativas (y espiritualmente esclerocárdicas) como el victimismo, el sentirse perseguido más allá de la realidad, el encerrarse en comportamientos y formas de “lobby”. Por tanto, si amamos a estos hermanos y hermanas, a estos hombres y mujeres, a estas Personas, no es en absoluto Bueno reforzar formas y palabras excluyentes. Nos perjudica a todos. Ellos están entre nosotros y, como nosotros, con una dignidad compartida de lo Divino inmutable e intangible y, como nosotros, están llamados a la Santidad y a la conversión.
Por lo tanto, convendría depurar el lenguaje de lo que podríamos considerar modas típicas del mundo, modas inclinadas a ideologías subjetivistas que refuerzan el "culto del yo" para utilizar, en cambio, una concepción de la persona acorde con la tradición milenaria y ampliamente compartida de la Iglesia. Se evitará así ofender involuntariamente la Dignidad Personal de estos hermanos y hermanas.
“Acompañar, discernir e integrar” [2] se puede resumir bien en una única actitud que es la Inclusión evangélicamente acogida y sentida. Y, al hacerlo, puede ser útil pensar que no es necesario construir "puentes" sino más bien derribar muros. Muros que nada tienen que ver con el Santo Evangelio y nada tienen que ver con la moral natural que es preámbulo de la libertad del Evangelio. Una Persona es una Persona y todo Bautizado es carne de Cristo, del que conviene cultivar y custodiar la mutua pertenencia y el sagrario de la conciencia profunda.
La pertenencia y la custodia son una responsabilidad seria, no invasiva, llena de profundo respeto y, a la vez real, con la que comprender que la conciencia de cada Persona está en permanente formación y en permanente purificación, como veremos en breve. Algunos podrían objetar: “Usamos este lenguaje para hablar como ellos”. El esfuerzo por acercarse incluso en el lenguaje es indicio de buena intención y de solicitud, pero se corre el riesgo de “empantanarse” y no “encarnarse”, y esta es la raíz de una pésima pastoral. Ciertamente, como Jesús, estamos llamados a adaptarnos al lenguaje del interlocutor, pero para que descubra su Dignidad Personal y no para que se confirme en las deformaciones a las que se ha adherido, y la Sabiduría está ante todo en comprender que no hay un “nosotros” y un “ellos”, sino que hay un “nosotros” en el que todos estamos agradecidos y llamados a crecer, como discípulos de Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).
Por cierto, detrás del “empantanamiento” podría celarse esa forma sutil de clericalismo que es la vanidad.
Vanidad de sentirse mejores, vanidad de sentirse avaros poseedores de un mensaje en lugar de "siervos inútiles" (Lc. 7,10).
II. NO EXISTEN LÍMITES CIRCUNSCRITOS A LA SANTIDAD
La santidad es un deber bautismal y, en cierto modo, a la manera de præambulum, un deber antropológico. Como criaturas hechas a Imagen y Semejanza de Dios, estamos llamados y habilitados para ser santos. Ahora bien, y este es un punto decisivo, Dios ciertamente ama y acoge a todos, mejor dicho, a cada uno, tal como somos. Pero precisamente porque nos ama infinitamente, no quiere dejarnos donde estamos. Y cada uno tiene un camino admirable y único, un camino ineludible que está estrechamente vinculado al Nosotros trinitario y al Nosotros de la Iglesia.
La Iglesia, por tanto, no puede dejar de acoger a todo hombre y a toda mujer, dondequiera que esté, pero, si es fiel y no inmanentizada, en el respeto de la Encarnación, de lo que ella es y de su misión (Mt. 28,18-20), lo ama con el amor de Cristo para que la Persona inicie un camino que la lleve más allá, mar adentro (Duc in altum, Lc. 5,4).
La Iglesia es, por tanto, un “facilitador” de la Gracia, un “facilitador de la Santidad". Y la santidad es para cada uno de nosotros en beneficio de todos. Cada hermano o hermana no acogido o mal acogido, sin apoyar su único y personal camino de santidad es una nociva y grave reverberación que la Iglesia se hace a sí misma. La Iglesia que no acoge o acoge mal, con superficialidad y aproximación, a cada bautizado, traiciona la Gracia de su Estado y de su Mandato.
Es bueno recordar que el impedimento a la Gracia, que desea hacer fructificar nuestro talento único y personalísimo hacia la santidad, no lo causan sólo quienes se atrincheran en "rigideces" morales, esgrimidos como un garrote, sino también quienes niegan que el encuentro con Cristo no conlleve un cambio de vida. La encarnación comporta un et-et, no un aut-aut; comporta descenso y trascendencia juntos, ineludiblemente unidos. Precisamente porque Dios te ama desciende donde estás para llevarte más allá y completarte. La estima que Dios te tiene es tan grande e inenarrable que cada pastoral que no acoja o que acoja mal, sin promover la conversión y la trascendencia, ocultando la exigencia del Evangelio, la penitencia y la madurez en la entrega de sí, es una grave ofensa a Dios y a la Persona.
Cuando el Señor encuentra la mujer sorprendida en flagrante adulterio, un pecado evidente, incluso público, no la condena pero, al mismo tiempo, no la exhorta a seguir siendo adúltera, por eso le dice: "¡Vete y no peques más!” [3] (Juan 8,1-11).
Dios pide lo que da y en ese momento, lleno de acogida, Dios hace una petición sabiendo que tal petición conducirá a la libertad y al mismo tiempo a un acompañamiento concreto de Dios mismo hacia y con la mujer. La mujer no había pedido nada a Cristo pero su estado objetivo de humillación y arrepentimiento es evidente, y allí Dios interviene generando una vida renovada en Gracia.
Por lo tanto, debemos prestar mucha atención a no dejarnos llevar por las modas de lo políticamente correcto volviéndonos incapaces de creer verdaderamente que Dios transforma en lo que Él pide. Se descubriría así que la falta de fe no es sólo de los "rígidos" sino, paradójicamente, de quienes piensan leer e interpretar el Evangelio a la luz del "progreso" o del "cambio de paradigmas". Así es como quienes disfrutan y alimentan las divisiones[4] han llevado a cabo, entre las facciones ideológicas, su proyecto de denigración del hombre, de la Persona. Es muy grande la ilusión de que un cambio de paradigmas puede sanar el vacío y la angustia del corazón del hombre. Las ideologías proporcionan este barniz obnubilador de responder mediante el engaño al misterio del corazón humano. Por otro lado, ¿no invita el enemigo a un cambio de paradigma precisamente en Gen. 3?
El vacío y el misterio del corazón del hombre no se sacian con los parches de unas cuantas reglas rígidas ni con el cambio de paradigmas, el corazón humano se sacia con esa Palabra poderosa y transformadora, llena de estima y de compañía que es: «¡Vete y no peques más!» (Jn. 8:11).
III. LA IGLESIA COMO VEHÍCULO, FACILITADOR Y GUARDIÁN DE LA GRACIA
Como hemos mencionado, la Iglesia está llamada a ser facilitadora de la Gracia. Esta dimensión vocacional se desarrolla de tal manera que no impide la incesante llamada a la Vida que Dios hace a cada criatura y, al mismo tiempo, no obstaculiza su acción transfigurativa secundando las elecciones y los comportamientos que impiden que la Gracia misma fructifique realmente en el camino personal de cada hombre y de cada mujer.
La Gracia, ante todo, se injerta en el “anhelado deseo” de Cristo[5]. Es Cristo quien amó tanto al mundo que dio la vida eterna por cada Persona. Sumergirse en este sentimiento/pensamiento/deseo de Cristo es, por tanto, fundamental. Y para conocer este deseo es necesario dejarse inflamar y educar por este deseo, especialmente en la Santa Misa y en la adoración Eucarística. Ese es el lugar de los amantes que aprenden a amar en el Amor. Allí los discípulos se injertan en los criterios de Dios, "orandum est ut Desiderium desideretur"[6].
Nosotros no imaginamos ni remotamente qué tesoro y qué río de Bien está presente detrás de cada Persona que es precisamente un Bendito (Bien Dicho) por Dios, una Bendición. Sin embargo, debido al pecado, original y personal, la Persona puede engañarse a sí misma y en las relaciones, pervirtiéndolas y, por eso, la Iglesia no puede engañar ulteriormente y decir Bien de algo que es contrario al Bien de la Criatura. La Iglesia no puede Bendecir lo que es malo y lo que es desordenado sino que está llamada a facilitar la obra constante de la Gracia para que lo que es malo cese, el mal ya hecho sea ordenado a un Bien y la Persona comience a ser tal reverberando todo el tesoro que lleva dentro en Beneficio del Cuerpo que es la Iglesia y de la humanidad. Y la Santidad, podría atestiguarlo con decenas de ejemplos, puede revelarse en Personas que dábamos por perdidas y (para nosotros) estaban "confirmadas" en el mal.
Dios es maravillosamente asombroso y sólo Él conoce el corazón del hombre (Sal. 64.7).
Y así como debemos tener cuidado de no mortificar a Dios que habla en el corazón del hombre y de la mujer (Dei Verbum, 2), así también debemos tener sumo cuidado de no engañar a las Personas, los hermanos y hermanas por quienes Cristo murió y Resucitó llamando bien a lo que es mal, especialmente invirtiendo el “principio de gradualidad” en la “gradualidad del principio”[7].
Esta segunda y dramática modalidad es para nosotros más fácil porque condesciende con la concupiscencia, de la que todos padecemos. Sin embargo, sería muy deshonesto llamar honesto a lo que no lo es, y estaríamos actuando como “la persona a la manera de la no-persona”[8], al conducir a la Persona que se nos ha dado hacia aquello que la desconcierta y embrutece, solo para satisfacer los deseos liminales y las confusiones emocionales.
La afirmación, ahora abusada, del “bien posible”, como ya mencionada en otro artículo[9] puede prestarse a graves malentendidos sobre la Gracia y el camino moral. Ante todo, el Bien es el único posible precisamente porque es un Bien presente, donado y requerido. Citando a Santo Tomás:
“Respondeo dicendum quod Deus omnia existentia amat. Nam omnia existentia, inquantum sunt, bona sunt, ipsum enim esse cuiuslibet rei quoddam bonum est, et similiter quaelibet perfectio ipsius. Ostensum est autem supra quod voluntas Dei est causa omnium rerum et sic oportet quod intantum habeat aliquid esse, aut quodcumque bonum, inquantum est volitum a Deo. Cuilibet igitur existenti Deus vult aliquod bonum. Unde, cum amare nil aliud sit quam velle bonum alicui, manifestum est quod Deus omnia quae sunt, amat. Non tamen eo modo sicut nos. Quia enim voluntas nostra non est causa bonitatis rerum, sed ab ea movetur sicut ab obiecto, amor noster, quo bonum alicui volumus, non est causa bonitatis ipsius, sed e converso bonitas eius, vel vera vel aestimata, provocat amorem, quo ei volumus et bonum conservari quod habet, et addi quod non habet, et ad hoc operamur. Sed amor Dei est infundens et creans bonitatem in rebus”. [10].
Respondo para decir que Dios ama todos los seres existentes, porque todo lo que existe, por el hecho de ser, es bueno; de hecho el ser de cada cosa es un bien, como asimismo lo es cada una de sus perfecciones. Ahora bien, la voluntad de Dios es la causa de todas las cosas y por consiguiente cada ente tiene tanto ser y bondad en la medida en que es objeto de la voluntad de Dios. De ahí que Dios ama a todo ser existente. Por lo tanto, como amar no es otra cosa que desear el bien a alguien, es evidente que Dios ama todo lo que existe. Sin embargo, Dios no ama como nosotros. De hecho, nuestra voluntad no es la causa de la bondad de las cosas, sino que, al contrario, es ésta la que como objeto la mueve. Entonces el amor por el que queremos el bien para alguien no es causa de su bondad, sino que su bondad, real o aparente, es lo que provoca el amor por el cual queremos que conserve el bien que tiene y adquiera el que no posee, y en ello ponemos nuestro empeño. En cambio, el de Dios es un amor que crea e infunde la bondad en las cosas”
Es precisamente porque el Bien está presente, tanto en la predisposición ontológica como en el depósito, en la Gracia santificante, cuando no está perdida, y en la Gracia actual, como constante inclinación de Dios en la historia de cada uno, que nos hace posible que realicemos el Bien. El Bien presente permite que se realice el Bien. Tanto más en quienes han recibido el don del Bautismo.
San Pablo habla precisamente de “deuda en el Espíritu”, como un bien que nos impulsa desde dentro a hacer el bien, incluso en situaciones humanamente imposibles (Rom. 8.1 y sigs). Este era el auténtico significado de “Good Now Possible” anticipado por Benedicto XVI en un famoso discurso:
“Por eso, también en nuestro tiempo educar en el bien es posible, es una pasión que debemos llevar en el corazón, es una empresa común a la que cada uno está llamado a dar su contribución” [11].
Ahora, si el Bien está presente, lo que es en cambio posible, dramáticamente posible, es la perversión del Bien o la privación del mismo Bien, inclinándolo al desorden y al culto del yo.
Por lo tanto, para ser fieles, a la síntesis de Boecio, la persona es: “sustancia individual de naturaleza racional”[12], y hay que aclarar que la “naturaleza racional” no es sólo capacidad cognoscitiva, sino ante todo capacidad relacional. Se demuestra así que, aunque el mal no toca la esencia ontológica de la Persona, sin embargo la oscurece y la hiere precisamente en su capacidad relacional. Tanto en la relación ad-intra, consigo misma y su autopercepción, como en su relación con Dios, y en sus relaciones con sus hermanos y hermanas.
Por tanto, la plena Personalización se da precisamente en la calidad de sus relaciones. Cuanto más se ordenan hacia una naturaleza, un propósito humano y humanizador, según el pensamiento de Cristo, tanto más hacen de la Persona una Persona. La Gracia actual, incesante y providente, es una ayuda constante que Dios pone hacia el Bien que la criatura es.
Por eso, para custodiar el Bien, querer el Bien y hacer el Bien, la Iglesia aconseja a todos los bautizados practicar la Castidad. Es un consejo al mismo tiempo evangélico y bautismal. Porque a través de este don y de este medio, la Persona se humaniza transmitiendo su potencial afectivo y su belleza, revelando los significados de complementariedad y fecundidad. Las elecciones morales, afectivas y relacionales tienen un significado eterno y se miden allí para que la esencia de la Persona se despliegue.
Las personas con homoafectividad, por tanto, son acogidas como toda Persona pero, como toda Persona, están llamadas a un camino y a pasar por la "puerta estrecha" (Lucas. 13, 24). Y ¡ay de nosotros si lo olvidamos! Recuerda Papa Francisco en la Evangelii Gaudium:
“En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.
Aunque suene obvio, el acompañamiento espiritual debe llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la verdadera libertad. Algunos se creen libres cuando caminan al margen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos, desamparados, sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte. El acompañamiento sería contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre” [13].
IV. LOS DESEOS LIMINARES TAMBIÉN ENGAÑAN AL CORAZÓN E INCLUSO LA PERCEPCIÓN DEL YO PUEDE ALEJARNOS DEL SÍ MISMO
La Iglesia, a la Luz de su Señor, que habla e instruye a la Luz del Espíritu, está llamada tanto a promover el discernimiento, especialmente en lo que se refiere a las mociones del corazón, como a la autopercepción.
En una época que ha confundido lo percibido con lo real y se ha “convencido” de que lo subjetivo es objetivo [14], sólo hay una respuesta, incómoda, pero auténtica y precursora del Bien Común: poner a la Persona ante el Amor incondicional, misericordioso y al mismo tiempo exigente de Cristo.
Y Cristo pide, mientras da la Vida Nueva, sin dejar de guardar el principio de la gradualidad. Ahora, sin duda alguna, educa al discernimiento y a la obediencia fecunda en la Fe solo quien vive de este discernimiento y de esta obediencia, con toda su pusilanimidad. Más aún, la pusilanimidad, si está sostenida por la claridad[15], es precursora de senderos virtuosos y de cambios de vida regocijante. Nos convertimos en testigos, Personas salvadas que vehiculan la Salvación de Cristo. Se deja de ser fanáticos hiperuránicos o, se me permita usar el término, jactanciosos en busca de consenso. Dos figuras y actitudes que sólo aparentemente están en antítesis pero que brotan de la misma raíz ego-narcisista- céntrico y, lamentablemente, sin fe y sin el lumen de la lógica y del intelecto.
Si, por el contrario, nos reconocemos pobres pero constantemente salvados, deudores y no propietarios, en perpetua restitución y en la Claridad de lo que Dios pide y da, da y pide, entonces sí, “Lázaro” realmente aparece y participa del poder del Resucitado. Tanto el que ayuda como el que es ayudado se sumergen en un baño de Gracia, de Gracia inmerecida. Dios no teme todas nuestras miserias y no se escandaliza por el hedor que emana de nuestro estado, cualquiera que sea.
Si, por el contrario, nos endurecemos o especularmente queremos agradar a toda costa, el pastor, el guía, puede acabar empantanándose con quien ya está en las arenas movedizas del desorden, aumentando el abismo de la nada en su hermano y en su hermana. Parece inútil (y desleal) decir que somos "todos hermanos" si nuestro hermano, pastor y guía, nos confirma en lo que no es el Bien. Esta persona no es un pastor sino un manipulador, un seductor oportunista que ya se ha vendido a sí mismo y a su hermano al enemigo del hombre y de Dios, o que, en el mejor de los casos, vive una grave hipocresía bipolar. Y, que quede claro, esta hipocresía es una forma muy refinada y mutada de clericalismo.
Sería muy grave que el pastor o guía reforzara las elecciones autovalidantes, confirmando el repliegue subjetivista de la Persona.
Volviendo al tema de la Resurrección del amigo Lázaro, Cristo no teme ni la corrupción ni el hedor de nuestro ser autoconfirmado y envuelto en el barro; sin embargo, debemos prestar mucha atención porque a fuerza de afirmar que "No hay situaciones, ni pecados, ni corrupciones en las que estemos encerrados que sean impenetrables a la gracia” [16] corremos el riesgo de afirmar que ya no hay situaciones mortales, ni pecado, ni corrupción. Esto sí que pisotearía toda acción soteriológica de Cristo e impediría nuestra transformación en la Gracia, porque el pecado sería normalizado como constitutivo de nuestra esencia y nuestra dignidad. Y ésta es una manera refinada de decir que Dios es mentiroso y nos engaña [17] al negar la impiedad.
Conviene recordar que la impiedad es la forma lustrosa que tenemos los creyentes de llamar al mal con el nombre de bien Y éste es un habitus terrible y engañador que nos vuelve anestesiados ante los llamamientos trascendentes de la Gracia.
En la vida afectiva desordenada, por ejemplo en el adulterio o en la pornografía, la experiencia tiende a confirmarse en ese principio autovalidante de la percepción liminal. Y esta autovalidación disocia el yo del sí mismo y crea un habitus disociativo cada vez más deformado y deformante. Este es uno de los efectos de la impiedad.
Algo símil ocurre con la homosexualidad practicada.
Por último, sobre la grave compartimentación de las bien equilibradas sugerencias del Catecismo, tomadas en modalidad aut-aut o en parte celadas en la pastoral, hablaremos más adelante.
Un punto decisivo es la vida fraterna. Para salvaguardar la Gracia que dona misericordia y pide-donando la vida nueva, es oportuno que quien trabajan en “pastorales complejas” no sea nunca dejado solo, sino que tenga una sólida vida fraterna, especialmente entre los sacerdotes y entre los sacerdotes y su Obispo. También es necesario que tenga a sus espaldas una sólida vida de oración y una corriente de personas consagradas que oren por su apostolado.
Es necesario, por tanto, que se pongan en primera línea personas evangélicamente equilibradas, que no sean portadoras de dificultades afectivas no integradas que a menudo se manifiestan en actitudes mundanas, clericales, espirituales, frikis, bohemias. Incluso el sacerdote que vive exclusivamente la vida comunitaria con hermanos y hermanas frágiles en la dimensión afectiva correría riesgos.
Es por tanto tarea del Obispo discernir atentamente al candidato que mejor pueda hacer el bien de estos hermanos y hermanas, teniendo ante sus ojos el amor y la comunión fraterna hacia sus sacerdotes.
V. EL YO ESTÁ HECHO PARA DIOS Y SIN DIOS BUSCA SUBROGADOS
Por lo tanto, no es sano separar la dimensión afectiva de la relacional. La bondad de una es la bondad de la otra. Aquí entra en juego el complejo y precioso consejo evangélico de la castidad. ¿Qué significa faltar a la castidad?
Es un concepto que se puede explicar fácilmente con una hipérbole: si, paradójicamente, no se cayera en el uso desordenado de la sexualidad pero, al mismo tiempo, se actuara como manipuladores, hipócritas, oportunistas, se fallaría por igual, de manera grave, hacia la castidad. Esto sucede cuando el yo deja de buscar las raíces de su felicidad y se repliega en un solipsismo que, como toda pulsión ego-narcisista-centrada, tiende a basar-se en sí misma sin operar nunca ese camino de trascendencia inherente a su ser Persona.
La Persona que experimenta un impulso homoafectiva, más o menos arraigado, innegablemente no busca “el otro por sí mismo” para ser y realizarse en el Bien, sino que busca al igual (homo) para no salir nunca de sí mismo. La castidad, por tanto, puede proponerse como aquel don que transmite el abandono del yo por el Bien respetuoso del otro. El otro no es una cosa, un medio para lograr la expresión de un impulso, sino que es precisamente un otro, un Bien en sí mismo que hay que respetar “quitándonos los zapatos de los pies” (Ex. 3, 5).
Y a la luz de lo dicho, se puede llegar a comprender que una Persona con una tensión homoafectiva que vive en castidad (aunque con dura lucha en la Gracia[18] ) está más orientada a la santidad que una Persona que se ha olvidado del otro y lo cosifica en el imaginario o en las relaciones ordinarias y cotidianas. El impulso afectivo-sexual no es garantía del Bien si no respeta los cánones de la alteridad y del encuentro con el otro, de una Persona como tal. Hemos dicho “afectivo-sexual” y no “hetero-afectivo” porque por ontología del Bien presente la dimensión hetero-afectiva es la dimensión afectivo-sexual[19]. La tensión homoafectiva se erige así ya como un desorden de lo que es la afectividad y la sexualidad, aunque no constituye una falta sino, paradójicamente, a la luz del anuncio del Evangelio[20], una oportunidad, un canal de posible virtuosismo casto que puede ser experimentado a la Luz de la Fe y colocando a la Persona con homoafectividad en un lugar privilegiado de autorrealización de sí mismo a pesar de la herida.
VI. LA HOMOFOBIA Y LA TRANSFOBIA SON NEOLENGUAS CREADAS PARA ALIMENTAR LOS PREJUICIOS
A veces hay términos sintéticos que ayudan a sistematizar un pensamiento, incluso complejo, para ayudarnos en la comprensión de la realidad. A veces son intuitivos, otras veces se construyen artificialmente, pero con bases antropológicas bien fundadas, otras veces se crean ad-hoc con fines de marketing ideológico. Desafortunadamente, tanto el término homofobia como el término se sitúan entre estos últimos y son un pésimo servicio antropológico especialmente para las Personas con homoafectividad o con dificultades de identidad de género.
La creación de tales términos tiene una función catalizadora de la constante necesidad individual y colectiva de "identidad". Sentirse parte de una categoría particular o protegible refuerza el culto del yo y alimenta el consenso. Y este "refuerzo social" se convierte para algunos en una auténtica "fiebre". Fiebre que, como cualquier estado alterado de conciencia, personal o colectivo, crea una obnubilación de la razón y la razonabilidad.
El término “homofobia” fue acuñado por el psicólogo George Weinberg en los años sesenta. El significado que se le atribuye actualmente a este neologismo indica miedo o disgusto hacia las personas con homoafectividad. No hay que olvidar que la introducción de este término tenía como objetivo apoyar una ideología y normalizar la homosexualidad.
Si tuviéramos que sostener el significado del miedo (racional o irracional) al homosexual, probablemente podría tratarse de una fobia propia de muchas Personas con homoafectividad. De hecho, este miedo, a diferencia de la homofobia internalizada (teorizada por las corrientes homófilas), que en cambio se ocupa del "miedo" culturalmente arraigado e inconsciente de la homosexualidad tanto en personas con homoafectividad como en personas con afectividad "natural" (es decir, ordenadas a los efectos de la sexualidad, comunión y procreación), la homofobia podría definirse con seguridad como la conciencia profunda de que algo dentro de uno mismo está "roto" y no funciona. Este miedo, propio de la Persona con homoafectividad, se asocia, por razones profundas, a la "culpa", creando así el "sentido de culpa". Hay que señalar, sin embargo, que la tensión homoafectiva no es, en sí misma, ni una culpa ni una deminutio de la dignidad de la Persona.
Y en este sentido, el verdadero homófobo es la Persona con homoafectividad y ciertamente no por presión cultural (homofobia internalizada) sino por una íntima y profunda conciencia del significado arraigado y ontológico de la sexualidad a la que se responde inadecuadamente con una simetría indebida, tensión homo-afectiva = culpa. Esta profunda percepción conduce a reacciones inadecuadas tanto a nivel personal como colectivo, tanto en la creación de "normalizaciones" irrazonables como en batallas legislativas y culturales. Y, en este sentido, todas las corrientes homófilas son profundamente homofóbicas como reacción profunda a un malestar que quieren negar en su interior.
Por el contrario, estas corrientes, apoyadas por un gran battage comunicativo y jurídico (y no podía ser de otra manera para salvaguardar un yo herido), presionan para sostener esta perspectiva homeostática. La verdadera homofobia está aquí, en estas corrientes, en estos lobbies organizados, en estos desfiles del “orgullo gay” que, desgraciadamente, no hacen ningún bien a las Personas con homoafectividad y a las Personas con dificultades de identidad de género. Y los cristianos tienen el deber de decirlo con amor y respeto, pero con claridad, y con la cabeza bien alta (Gen. 4:6-7).
Entonces, ¿cómo definir correctamente la aversión, como un miedo racional o irracional a la homosexualidad? No es bueno buscar una respuesta sintética o un término sintético ante un problema complejo que toca la afectividad humana y la de cada Persona. Sería una simplificación cómoda y terrible, que no haría ningún bien a nadie. También hay que considerar que existe una especie de autoconciencia sedimentada de la humanidad hacia algo que podría perjudicarla. Por lo tanto, detrás de la aversión cultural (inextricable del dato genético, relacional y afectivo) hacia la homosexualidad no hay una “homo-fobia” un “miedo liminal y sub-liminal” hacia las relaciones homosexuales, sino una profunda conciencia que la humanidad tiene hacia comportamientos lesivos del bien primario que es la familia, mujer-hombre-hijos, célula fundante del núcleo de la Persona y de la custodia de la Persona y modelo natural del Bien Común. El deseo de reescribir un dato cultural desvinculándolo del significado auténtico y antropológico de la sexualidad es perjudicial venga de quien venga, ya sea de instituciones y autoridades civiles o religiosas. Es una especie de concesión a ideologías sociales que escinden a la Persona desde dentro, perjudicando gravemente el Bien Común. En lo que debemos centrarnos, en cambio, con decisión y verdadera educación cívica, es en el respeto, siempre y en todo caso, del Principio de la Persona y de su característica única. Los comportamientos permanecen en la esfera no sustancial sino incidental, por muy arraigados que estén.
Pongamos un ejemplo paradójico: una Persona que viviera una sexualidad “natural” pero compulsiva sería considerada “enferma”, precisamente en relación con el sentido intrínseco de la sexualidad. Ahora bien, no tendría mucho sentido que una eventual agregación de personas que viven una dimensión sexual compulsiva y que depaupera el sentido intrínseco de la sexualidad definiera como sexófobos a quienes no viven esta pulsión. Este engaño lingüístico y lógico se encuentra en el término homofobia.
Sigue siendo incuestionable y vale la pena reafirmarlo, que quien vive una sexualidad “natural”, no obsesiva y compulsiva, aún está llamado a respetar a la Persona que vive una sexualidad desordenada como Persona, capaz de derechos y deberes y de un camino vocacional único y precioso. La Persona es más importante en dignidad y sustancia que cualquiera de sus tensiones y comportamientos.
Como ya se ha señalado, la asunción del término “homofobia” y del más reciente término “transfobia” (del diccionario Oxford 2013), vehicula la guetización de la Persona que vive una determinada tendencia o dificultad identitaria y ciertamente no ayuda a estos hermanos y hermanas. Tampoco ayuda a la comunidad a vivir principios correctos de aceptación Personalista y cristiana.
Por lo tanto, es un verdadero error que la comunidad cristiana se alinee en el uso de estos términos, porque traicionaría tanto a los hermanos y hermanas que viven una cierta tensión como, al mismo tiempo, reforzaría presiones ideológicas que no tienen nada de cristianas o evangélicas: No querer ser homofóbico, sería en sí mismo homofílico.
Pero ¿cómo hemos llegado a este punto?
Es bien sabido que hemos llegado a esto como resultado de las presiones sociológicas y de la escasa formación antropológica con la que están veteadas vastas corrientes de la psicología y la sociología modernas. También se sabe que se han ejercido presiones “políticas” primero a la APA y luego a la OMS para que la homosexualidad deje de ser considerada una enfermedad[21]. Sin embargo, la homoafectividad es y sigue siendo una “condición particularmente distónica vocacionalmente” que evoca objetivamente a una incomodidad con lo que es la sexualidad y por cómo afecta al bien de la Persona. La sospecha es que la psicología y la medicina actuales carecen precisamente de las categorías antropológicas indispensables para abordar el problema del yo en esta dimensión fundacional.
Simplificando, y desgraciadamente aquí no queda otra opción, sabemos que este trastorno afectivo, como cualquier trastorno afectivo, igualmente desastroso para la Vida en Cristo, no es diagnosticable a la luz de los elementos de la medicina y de la psiquiatría modernas, y que la respuesta que podemos dar, por el bien de estos hermanos y hermanas, como creyentes, es que se trata de una consecuencia de la herida de origen.
Sin embargo, esta respuesta requiere un camino personalizado, único, atento y lleno de respeto, no afectado y, sobre todo, lleno de Esperanza en el Resucitado que ha vencido a la muerte, cada muerte[22].
Sólo la Esperanza, descubierta y hecha germinar en el corazón, puede llevar a superar un profundo sentimiento de angustia y de “distonía vocacional”.
Cada Persona, cada yo, merece toda la atención y la personalización de su propio camino. No se juega ni se bromea con las dimensiones profundas de la vida afectiva, a riesgo del efecto reactivo debido a negaciones y al énfasis impropio de derechos que están distorsionando el bienestar de la Persona y el Bien social. No se puede dejar de constatar que los grupos de presión de tipo homofílico adoptan una actitud típica de quienes niegan la dificultad antropológica y sexual y prefieren desviar sus reivindicaciones hacia batallas de “derechos”. Pero el terreno de los derechos es un campo tan estrecho que difícilmente podrá sanar el profundo dolor que vive la Persona con homoafectividad. O en el mejor de los casos sanará en forma de apariencia, como un distractor que nunca se centrará en la cuestión real y profunda que la Persona con homoafectividad lleva dentro.
En resumen, podríamos señalar los pasajes de tal neolengua:
→ En primer lugar, se ha creado, una nueva clasificación para apoyar una ideología e impedir cualquier forma de crítica, de expresión legítima utilizando el neo-término como progreso.
→ Se busca apoyo en los Clásicos griegos para sostener la nobleza cultural del amor homosexual, como “amor puro” [23].
→ Automáticamente, los opositores a estos neo-términos han sido relegados al campo de los enfermos o de los sujetos que hay que reeducar o incluso a perseguir penalmente.
→ En este marco de neo-términos, los interlocutores han sido reducidos al silencio: será homofóbico quien critique las “uniones homoafectivas”, quien condene los “vientres de alquiler” y quien no se alinee con esta visión. En esencia, se ha creado una forma lustrosa de neorracismo que es en sí misma antitética al concepto de inclusión, si queremos hablar de sociedad civil, y de comunidad fraterna si nos trasladamos al ámbito del cristianismo.
→ En esta labor de reescritura del lenguaje se han utilizado todos los canales de comunicación, especialmente aquellos inmediatos y rápidos para reeducar a través de la televisión, los anuncios, las series de televisión, contaminando las (a menudo enciclopédicas) fuentes de información online.
→ Por lo tanto, se ha mantenido un clima de sentimiento común a favor de la normalización de la homoafectividad, de modo que cualquiera que piense de forma diferente debe encontrarse fuera de la “normalidad”.
→ En un contexto eclesial, los hechos de pederastia efebofílica se han conmutado a menudo por pederastia para no entrar en conflicto con el sentimiento común (dentro y fuera de la Iglesia)[24].
→ No basta con encontrar (arbitrariamente) apoyo en los clásicos griegos para sostener el neolenguaje, sino que se ha intentado apoyar espiritualmente la homoafectividad connotando personajes y hechos bíblicos en esta clave.
VII. SUGERENCIAS PRÁCTICAS
De lo observado anteriormente, no cabe duda de la necesidad de un enfoque acogedor, respetuoso y personal en la atención pastoral hacia cualquier persona que experimente tensión homoafectiva o dificultades de identidad de género.
☼ Frente a tensiones sexuales bastante fuertes y prepotentes, es necesario responder con la delicadeza y la claridad al mismo tiempo. Y, precisamente por el lado de la actitud pedagógica y de la formación clara en el plano afectivo, es evidente que necesitamos crecer no poco, porque tal et-et pastoral (que incluye un aut-aut en la dimensión moral y un camino de gradualidad[25]) requiere un equilibrio que es don del Espíritu Santo, acogido, cultivado y custodiado. Es el Espíritu quien guía los procesos pastorales y los conduce al puerto seguro de la salvación, no son nuestras rigideces y menos aún nuestros compromisos con las modas y los pensamientos del mundo[26].
☼ El anuncio kerigmático y antropológico debe madurarse no sólo a través del estudio, sino más bien a través de la oración, la propia y la de la comunidad, para sostener cada delicado enfoque pastoral que toque la vida de las Personas.
☼ Las actitudes que hay que evitar por todos los medios, por nuestra parte, son ciertamente la rigidez, pero también el pavoneo y los concordismos homófilos, tanto a nivel bíblico como antropológico. Conscientes de que la capacidad manipuladora de espiritualizar o normalizar lo que es malo y dañino es un daño incalculable para la Iglesia y para toda Persona. Sólo quien es acogido en Su debilidad por Dios y experimenta verdaderamente la salvación y la curación puede vehicular la salvación y la curación sin apropiación ni manipulación. Evitando por todos los medios cualquier forma de abuso de conciencia.
☼ El abuso de conciencia, además, no sólo es llevado a cabo por quien quiere forzosamente “reparar”, a fuerza de brainstorming “externos” y de contenidos, una herida y una tensión homoafectiva, sino también por quien va y se mueve desde el supuesto de que la conciencia es una fuente de verdad y no, más bien, un lugar de verdad. En el primer caso, al considerar la conciencia como fuente de verdad, se acorrala al sujeto en el yo ya herido, provocando un enorme daño de abuso. En el segundo caso, en quien sabe bien que la conciencia es un “lugar” de Verdad, es consciente de que la conciencia puede ser errónea, obnubilada y cubierta por un velo de bad-practice que genera un habitus que lo atora[27]. Sin embargo, en la conciencia más profunda, en el lugar de Verdad, en el Corazón del Corazón Dios puede revelarse y sanar toda la vida, el sentido, el porqué del misterio de la contradicción que, entre otras cosas, cada uno de nosotros lleva como carga y oportunidad[28]. Somos Cristóforos y como tales podemos llevar (y debemos llevar) a Jesús, por ontología y mandato bautismal, para que Él mismo emerja en el corazón y en la vida de estos hermanos y hermanas. Precisamente porque somos Cristóforos estamos llamados a interceptar las profundidades de la angustia que vive el hombre en la modernidad, donde la ruptura de la relación fundante con Dios ha producido la muerte de toda esperanza.
Y sin embargo, el hombre espera, anhela. La modernidad ha producido un vacío que atrae todo hacia sí como un “agujero negro” que nunca se sacia en la voracidad de la avaricia y de toda forma de lujuria. Aquí, en este vacío, incluso si nosotros lo hemos afrontado dramáticamente, como viadores y discípulos, podemos ayudar a nuestros hermanos y hermanas que experimentan una tensión homoafectiva o una dificultad de identidad de género más o menos arraigada. Sencillamente porque podemos “traer” a Aquel que sacia el hambre de todo ser viviente (Sal. 144,16) y llena de manera completa ese vacío generado por todo tipo de desorden (Ef. 2,4-5). El Amor de Cristo, muerto y resucitado por cada persona, es el paradigma, y no ciertamente los latiguillos dramáticamente subjetivistas y engoladores como “love is love”[29] . La realidad no cambia según nuestra percepción o nuestro pensar o sentir liminal, sino por la Gracia vivificante de Cristo. Este don, que hay que experimentar, conmuta el “love is love” por “soy amado por lo tanto soy”. Soy amado, puedo amar. Gracias a Cristo amo, por lo tanto soy. Y todo cambia, no por convicción externa o liminar o subliminal, sino por experiencia radical y profunda[30]. Es Cristo quien cumple y colma las tres necesidades/actitudes fundamentales [31] transformando la philautia en Caridad.
☼ Desde el punto de vista metodológico, es necesario, al mismo tiempo, madurar una cierta sistematicidad manteniendo la personalización del camino, tanto en lo que se refiere al contenido como al enfoque. En la Pastoral Juvenil, por ejemplo, se adopta un lenguaje adecuado, contextual y vivencial, valorando las motivaciones sanas y las potencialidades, pero sin disminuir la tensión vocacional y hacia la trascendencia. Del mismo modo, en la Pastoral de las Personas con dificultades de homoafectividad o de identidad de género, es necesario valorar las motivaciones y potencialidades que tales hermanos y hermanas tienen en beneficio propio y de la comunidad.
☼ Ciertamente, es necesario proporcionar un primer enfoque y cercanía a las familias de los hijos e hijas que se han declarado abiertamente homoafectivos o con dificultades de identidad de género. Tanto estos hermanos y hermanas como sus familias experimentan, como nosotros y con nosotros, una oportunidad para crecer en la caridad y en la valoración de la Persona. Las dificultades o trastornos existenciales de una Persona no son causa de exclusión de la comunidad, sino objeto de búsqueda continua del Bien en el Bien.
☼ Es precisamente la virtud teologal de la Esperanza la que nos permite “pensar como Cristo” tener el “pensamiento de Cristo” (1 Cor. 2:16), los “sentimientos de Cristo” (Fil. 2:5) y la “mirada amorosa del Espíritu” (Gal. 5:22) en cada situación compleja. Dios siempre abre un camino donde parece haber muros y crea vínculos renovados en beneficio de toda la comunidad. Sin las Personas, es más, sin esa Persona concreta, con cualquier tensión o dificultad, algo se pierde. Acogida y claridad, aun en la gradualidad. Cada Persona debe y puede ser descubierta como “bien merecedora” o Bendecida por Dios incluso sin recibir “bendición” alguna por sus elecciones.
☼ La comunidad acoge a la Persona allí donde está, en esa porción de tierra, tal vez desordenada y adicta, no para acoger alguna de sus elecciones, sino para acoger su Persona a fin de que pueda encontrarse con Cristo. De hecho es sólo Él, el amante perfecto que, con Su Corazón, cura cada herida y cada desorden, transformando el mal en Bien y llevando la Persona a expresar su potencial ineludible e irrepetible. Y aquí reside la misión de la comunidad. Atención: no se trata de un hacer desde arriba, sino de un hacer para ser lo que se es. Cristo, en lugar de colocarse en lo alto, se colocó al lado y dio testimonio de lo que era. El único lugar donde se elevó fue en la cruz. La comunidad, por tanto, no se realiza mediante una furia de repetidos énfasis doctrinales, sino que se realiza y se define en su trascendencia en la caridad. Cuanto más vive una comunidad en la disciplina de la desapropriación indebida, más transmite el Bien y hace percibir, tal vez detrás de un “no” claro y firme, un espléndido “sí” al Bien, al ser profundo de la Persona, a la Gracia que está silenciosamente trabajando.
☼ La comunidad, por tanto, a su vez, está llamada a crecer no sólo en la claridad de la antropología del Evangelio, sino ofreciendo “ruegos y súplicas y con gran clamor y lágrimas a Aquel que tenía el poder de salvarlo de la muerte” (Hb 5,7) cultivando, de modo especial, el medio del ayuno. Ayuno de toda condena, ayuno de la discriminación, ayuno de la comida, ayuno de lo políticamente correcto, ayuno del clericalismo y de la conquista de espacios... pero también ayuno de cualquier falta aproximada de discernimiento. La invitación de Dios a su pueblo “¡Venid y discutamos!” (Is. 1,18) no es una invitación a la promiscuidad ideológica y sincrética, al “amémonos de todos modos aunque seamos diferentes”, sino a ponerse a la escucha perenne como hijos del Padre y discípulos perennes de Cristo.
Que el Espíritu Santo, Amor de Amor, lleve a término, a su tiempo y modo, lo que falta a nuestras fuerzas y a estas pobres líneas.
“El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!” (Sal 138,8)
Pablo Cilia
3 de junio de 2024, Santos Carlos Iwanga y 12 compañeros mártires
[1] CONCILIO VATICANO II, “LUMEN GENTIUM”, 37
[2] PAPA FRANCISCO, «AMORIS LÆTITIA», Capítulo 8
[3] PAOLO CILIA, “Neanche Io ti condanno, va’ e non peccare più - senza la Giustizia la Misericordia non compie sé stessa”, 20 de noviembre de 2014, https://www.ilcattolico.it/catechesi/spiritualita/appunti-per-il-sinodo-sulla-famiglia-neanche-io-ti-condanno-va-e-non-peccare-piu.html
[4] EVANGELIO SEGUN MATEO 13:27-28 “Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto.”
[5] PAOLO CILIA, “EUCARESTIA, DONO O DIRITTO?”, 30 de abril de 2020, https://www.ilcattolico.it/rassegna-stampa-cattolica/formazione-e-catechesi/eucaristia-dono-o-diritto.html
[6] PATRIZIA GREGORI, “Orandum est ut Desiderium desideretur”, 30 de Abril de 2020, https://www.ilcattolico.it/rassegna-stampa-cattolica/formazione-e-catechesi/orandum-est-ut-desiderium-desideretur.html
[7] JUAN PABLO II, “Omelia SANTA MESSA A CONCLUSIONE DELLA V ASSEMBLEA GENERALE DEL SINODO DEI VESCOVI”, 8, 25 de octubre de 1980
[8] Joseph RATZINGER, Dogma und Verkündigung, Erich Wewel Verlag, München–Freiburg im Breisgau, 1973, p. 233, «Wenn man fragt, ob der Teufel Person sei, so müsste man richtigerweise wohl antworten, er sei die Un-Person, die Zersetzung, der Zerfall des Personseins, und darum ist es ihm eigentümlich, dass er ohne Gesicht auftritt, dass die Unkenntlichkeit seine eigentliche Stärke ist - Si uno se pregunta si el diablo es una persona, entonces habría que responder correctamente que él es la no-persona, la descomposición, la desintegración de la personalidad y, por lo tanto, es peculiar de él que aparezca sin rostro, que la irreconocibilidad sea su verdadera fuerza... »,
[9] PAOLO CILIA, “ATTI INTRINSECAMENTE DISORDINATI. ANATOMIA DI UN’AFFERMAZIONE CRISTALLINA IN UNA CONFERENZA STAMPA A TRATTI PERMEATA DI AUTODIFESA”, 16 de Abril de 2024, https://www.ilcattolico.it/rassegna-stampa-cattolica/formazione-e-catechesi/atti-intrinsecamente-disordinati.html
[10] TOMMASO D’AQUINO, “SUMMA TEOLOGICA”, I, q. 20. a. 2. Vd anche: II Sent., d. 26, q. 1; C. G. I, c. 111; De Ver., q. 27, a. 1; In Ioan.,5, lect. 3
[11] Benedicto XVI, “Udienza per la presentazione alla Diocesi di Roma della Lettera sul compito dell’Educazione”, 23 de febrero de 2008
[12] SEVERINO BOEZIO, “Liber de persona et duabus naturis contra Eutychen et Nestorium”, “naturae rationalis individua sustantia”
[13] PAPA FRANCISCO, “EVANGELII GAUDIUM”, 169-170
[14] PAOLO CILIA, “CRISTO GUIDA LA CHIESA”, “"Brindar por la conciencia» como dicen algunos, citando erróneamente al Card. Newman, se convierte en la ocasión, toda carnal, revestida de espiritualidad, para decir lo que pensamos, sobre todo y sobre nada; como si el mundo dependiera de nuestro pensamiento y no más bien de nuestra personalísima percepción del mismo [...] incluso para los devotos de la 'conciencia personal sola' no como expresión limitada y operativa de una sacralidad que hemos recibido (y que hay que cultivar correctamente), sino que la erigen como un absoluto que pretende crear la realidad porque se intuye y se piensa: 'Yo veo y pienso y por tanto decido lo que es'. Es el infantilismo cartesiano y el absurdo de confundir lo percibido con lo ontológico que se asume como práctica cotidiana.”, https://www.ilcattolico.it/rassegna-stampa-cattolica/formazione-e-catechesi/cristo-guida-la-chiesa.html, 22 de febrero de 2024
[15] BENEDICTO XVI – PAPA FRANCISCO, “LUMEN FIDEI”, 33
[16] VATICAN NEWS, intrevista a P. Martin S.J. “Padre Martin: Gesù non ha paura dei nostri peccati, ci fa uscire dalla tomba”, https://www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2024-06/padre-james-martin-libro-lev-lazzaro-intervista-tornielli.html
[17] GÉNESIS 3,4
[18] Catecismo de la Iglesia Católica, n° 407
[19] JUAN PABLO II, “CICLO DI CATECHESI SUL GENESI”, a partir del 5 de septiembre de 1979
[20] CONCILIO VATICANO II, “SACROSANCTUM CONCILIUM”, 9, “… pues para que los hombres puedan llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión: "¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en El sin haber oído de El? ¿Y como oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rom., 10,14-15). Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe y la penitencia, y debe prepararlos, además, para los Sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado, para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres.”
[21] REDAZIONE UCCR, “USCIRE DALL’OMOSESSUALITÀ SI PUò, L’APA È SOLO POLITICA”,https://www.uccronline.it/2011/11/16/lex-presidente-dellapa-%C2%ABdallomosessualita-si-puo-uscire-lapa-e-solo-politica%C2%BB/ , 16 de Noviembre de 2011
[22] PAPA FRANCISCO, “AMORIS LAETITIÆ”, 256: “Nos consuela saber que no existe la destrucción completa de los que mueren, y la fe nos asegura que el Resucitado nunca nos abandonará. Así podemos impedir que la muerte «envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro...»”
[23] CORRIERE DELLA SERA, U. Veronesi: “Quello omosessuale è l'amore più puro, al contrario di quello eterosessuale, strumentale alla riproduzione”, https://www.corriere.it/cronache/11_giugno_23/veronesi-amore-gay_cba482c8-9d92-11e0-b1a1-4623f252d3e7.shtml, 23 de junio de 2011. Tras esta afirmación del Dr. Veronesi, son muchos los que defienden las relaciones homosexuales desde la antigua Grecia. Sin embargo, es el propio Platón quien afirma en las Leyes, en el 636c: «El placer de los hombres con los hombres y de las mujeres con las mujeres es contrario a la naturaleza y tales actos temerarios surgen de la incapacidad de dominar el placer».
[24] PAOLO CILIA, “CHIESA, ABUSI E RIFORMA: DA DOVE RIPARTIRE”, https://www.ilcattolico.it/catechesi/studi/chiesa-abusi-e-riforma-da-dove-partire.html, 13 de enero de 2019
[25] JUAN PABLO II, “FAMILIARIS CONSORTIO”, 34 “«Por ello la llamada "ley de gradualidad" o camino gradual no puede identificarse con la "gradualidad de la ley", como si hubiera varios grados o formas de precepto en la ley divina para los diversos hombres y situaciones.”
[26] JUAN PABLO II, “CHRISTIFIDELES LAICI”, N. 15 “La Iglesia, en efecto, vive en el mundo, aunque no es del mundo (cf. Jn 17, 16) y es enviada a continuar la obra redentora de Jesucristo; la cual, «al mismo tiempo que mira de suyo a la salvación de los hombres, abarca también la restauración de todo el orden temporal» (Apostolicam actuositatem, 5)”
[27] ROMANO GUARDINI, “LA COSCIENZA”, “Una de las tendencias de la era moderna es negar radicalmente el carácter absoluto de la conciencia. Reducir la conciencia a una cuestión de temperamento, y contraponer así el hombre «moral» al hombre «amoral», o reducir la conciencia a un producto de la historia o del entorno social. Así sería algo que ha madurado poco a poco, que se ha adquirido a través de la educación y que incluso podría volver a desaparecer. También aquí hay que abrirse paso a través de una maraña de medias vidas sociológicas, psicológicas e históricas hasta el hecho elemental: ¡la conciencia existe! Existe en nosotros ese algo supremo, que está relacionado con el bien, que responde al bien como el ojo a la luz.”, https://www.ilcattolico.it/catechesi/etica-e-morale/la-coscienza.html, 20 de febrero de 2014
[28] BIBLIA, “LIBRO DEI SALMI” (CEI 1974), 63,7 “un abismo es el hombre, y su corazón un abismo”; “ROMANOS” (texto TILC), 8.27 “Y Dios, que conoce nuestros corazones, conoce también las intenciones del Espíritu que ora por los creyentes como Dios quiere”.
[29] OBAMA, “LOVE IS LOVE”, President Obama reacts to the Supreme Court's decision to legalize same-sex marriage nationwide, https://www.nbcnews.com/video/love-is-love-obama-says-after-high-court-legalizes-same-sex-marriage-471812675527, June 26 2015
[30] AGOSTINO VESCOVO DI IPPONA, “CONFESSIONI”, III, 6, 11, “Tu autem eras interior intimo meo et superior summo meo; Estabas más profundo en mí que mi parte más interna y más alto que mi parte más elevada”.
[31] PAOLO CILIA, “SERIE DI RIFLESSIONI SUI BISOGNI FONDAMENTALI E LA FILAUTIA”, “Bisogno/attitudine di identità, bisogno/attitudine di essere amati, bisogno/attitudine di amare”, https://www.ilcattolico.it/rassegna-stampa-cattolica/formazione-e-catechesi/serie-di-riflessioni-sui-bisogni-fondamentali-e-la-filautia.html , 8 de octubre de 2016